Es tan fácil dejarnos guiar por una emoción; sentimos algo e impulsivamente lo sacamos. Me hace pensar en esta reacción inmediata sin control. Para mí este año ha sido de mucho aprendizaje. Estoy estudiando una maestría y también estoy en un entrenamiento de disciplinas espirituales donde aprendo más sobre el carácter de Dios.
Todo ha sido muy bueno y a la vez me hace estar consciente de mi estado, al punto de pensar en esto: tengo esta encrucijada de cómo le hago con mis emociones y mi convicción.
Salmos 42:11 dice: “¿Por qué estoy desanimado? ¿Por qué está tan triste mi corazón? ¡Pondré mi esperanza en Dios! Nuevamente lo alabaré, ¡mi Salvador y mi Dios!” De este salmo aprendí tres cosas que espero que te ayuden:
- Debo estar consciente de mis emociones. David se dice a sí mismo: “¿Por qué estoy desanimado? ¿Por qué está tan triste mi corazón?” Ser consciente de que nuestras emociones no están “al cien” es el primer paso. No reconocer esto puede ser peligroso para la forma en que nos conducimos.
- Debo tomar decisiones. David se dice: “¡Pondré mi esperanza en Dios!” ¿Qué hacemos cuando nuestras emociones no están bien? Poner nuestra esperanza en Dios es lo que más paz y estabilidad nos puede dar.
- Permanecer. David dice: David dice: “Nuevamente lo alabaré, ¡mi Salvador y mi Dios!” Vemos que David decide alabar a Dios y es ese acto de adoración y permanencia en Él lo que más nos ayuda a conocer Su carácter y así poder imitarlo.
Recuerda que las emociones solo son reacciones a estímulos y uno es quien decide cómo actuar en cada momento.
Por: Melissa de Luna