¡Qué fácil es decirlo! (O, en este caso, escribirlo); pero en la práctica vaya si no cuesta. No creí ser la persona indicada para escribir este tema, pero lo bonito de hablar de la Biblia es que no hablamos de nosotros, sino de Dios.
Llevo unos buenos meses leyendo el libro sobre el profeta Jeremías. Dios me ha hablado mucho del tema de la obediencia en el capítulo 35. De hecho, te recomiendo que al terminar de leer este blog lo vayas a leer. Este capítulo trata de los fieles recabitas. Para ponerte un poco en contexto, ellos eran una tribu que vivía como nómadas. Su antepasado Jonadab les había dado la instrucción de que bebieran vino, entre otras instrucciones que obedecieron al pie de la letra. Dios le ordenó a Jeremías que los visitara y que los llevara al templo y les ofreciera vino. En otras palabras, los puso a prueba. Y para mi sorpresa, no aceptaron vino. Fueron obedientes a una instrucción que les había dado un jefe que quizás no había sido el mejor líder —que ya no estaba vivo al momento de estos hechos, y que, por cierto, había tenido que ver con la violación de Tamar—, pero seguían obedeciéndolo.
Con esta historia te quiero decir que primero Dios los probó. Sí, probó su obediencia y al final fueron aprobados por Él; y no solo eso, sino que además les dijo que siempre iban a tener descendientes que le sirvieran.
Quizá te sientas identificado conmigo porque no eres tan obediente; o quizá piensas que sí lo eres; pero hoy te quiero contar cómo la desobediencia se puede disfrazar:
-Cuando cambiamos una instrucción. Moisés cambio una instrucción (le pega a la peña en vez de hablarle) y por eso no entró a la tierra prometida. Eso quiere decir que cada vez que no hacemos caso al pie de la letra y creemos que tenemos una mejor idea y la cambiamos, estamos siendo desobedientes.
-Cada vez que somos distraídos en el día a día por todos los quehaceres y se nos olvida hacer algo que ya nos habían dicho que hiciéramos, estamos siendo desobedientes.
-Cada vez que somos indiferentes a una instrucción porque no nos interesa y no la obedecemos, estamos siendo desobedientes.
-Y, por último: cada vez que tienes una mala percepción de la persona que te está dando una instrucción y crees que tendrías que ser tú quien le debería dar una instrucción a ella, estás siendo desobediente.
Yo sé que es difícil ser obedientes. Nuestra naturaleza pecaminosa ama hacer nuestra voluntad y no someterse a la autoridad. Pero decidamos rendir nuestra voluntad ante Dios porque en verdad vale la pena que Él se manifieste en nuestra vida.
Por: Melissa de Luna