Llevo mucho tiempo de estar en la iglesia y hasta ahora estoy entendiendo sacrificios de otra forma. Antes creía que podía “poner en práctica” los sacrificios cuando estaba cansada y aun así servía. Lo veía mucho como un esfuerzo humano, por así decirlo; pero estoy entendiendo que va más allá de un cansancio.
Un sacrificio significa dar a Dios todo lo que Él quiera de nosotros. Encontré dos cosas muy importantes que te quiero compartir:
- Nuestra disposición a sacrificarnos es un indicador de nuestra devoción a Dios.
- Dios siempre nos prueba para ver si lo ponemos a Él primero.
Ahora bien, déjame explicarte un poco de los sacrificios en el Antiguo Testamento. Antes le presentaban sacrificios a Dios por diferentes razones: para hacer ofrendas de paz, ofrendas por pecado, ofrendas expiatorias, ofrendas de grano y el holocausto (puedes aprender más en el libro de Levítico). Antes, al hacer un sacrificio, había que matar animales y estos tenían que estar en perfecto estado, sin mancha.
Así era como el pueblo de Israel hacía sacrificios hasta que vino Jesús a hacer el mayor y más grande sacrificio que alguien haya hecho y hará por nosotros, para que podamos tener una vida eterna con Dios.
Entonces ¿eso quiere decir que ya no debemos hacer ningún sacrificio porque Jesús ya lo hizo por nosotros? Y la respuesta es sencilla: no podemos ganarnos la salvación porque Jesús pagó el precio por ella, pero Dios sí espera que sigamos haciendo sacrificios. Ya no es necesario matar animales, pero sí podemos agradar a Dios haciendo sacrificios de vida.
Romanos 12:1-2 (NTV) explica: “Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta”.
Esto quiere decir que Dios espera que matemos nuestra voluntad para hacer Su voluntad. Eso significa que día a día podemos elegir sacrificar tiempo para pasar con alguien con que nos cuesta convivir; que podemos sacrificar nuestra impaciencia, nuestra envidia, nuestro enojo, nuestra adicción, nuestro orgullo y nuestra falta de perdón. Podemos sacrificar todo aquello que nos cuesta porque es pecado, pero también todo lo que hemos puesto en primer lugar que no sea Él: sueños, comodidad, pareja, ahorros, metas, etcétera.
La verdadera clase de sacrificios que le agradan a Dios son los vivos. Él quiere que nos vayamos despojando más y más de nosotros mismos. Ir menguando para que Él crezca en nuestra vida y solo así podremos dar más frutos de Su Espíritu Santo.
¿Qué sacrificios has dejado de hacer? Tiempo de oración, tiempo con tu familia, ayuda a las viudas, a los pobres, perdón para una persona… Hoy Dios nos llama a volver hacer esos sacrificios que le agradan a Él.
Por: Melissa de Luna