Cuenta la historia que existió un pastor de ovejas que un día soñó con un tesoro que se encontraba en las pirámides de Egipto. Ilusionado por encontrar el tesoro y cumplir su sueño, el pastor vendió todo lo que tenía y decidió ir en su búsqueda. Sin embargo, durante el camino sucedieron algunos reveses: el pastor se encontró con unos ladrones que le robaron el dinero que obtuvo al vender sus ovejas. Después trabajó en una vidriería que ayudó a levantar y obtuvo el dinero suficiente para continuar, conoció muchas personas, aprendió, creció y encontró el amor. Finalmente llegó a las pirámides y se dio cuenta de que el tesoro no se encontraba allí, sino en España (donde inició su historia), pero más importante que eso, supo que su camino hacia el tesoro fue tan importante como el tesoro mismo: le agregó más valor que el tesoro y lo transformó para ver con nuevos ojos la meta. (Paulo Cohelo, El Alquimista)
Muchos nadadores olímpicos, durante cuatro años, nadan alrededor de 9 y 19 kilómetros diarios. Entrenan con pesas dos veces por semana, practican giros y vueltas al menos dos horas por semana, todo para participar en competencias que durarán minutos. Los segundos que viven en el sueño olímpico no son posibles sin los años de entreno. Su victoria no llega en segundos, solo se refleja en ellos.
No es el sueño cumplido lo único que enriquece, sino lo que sucede en el camino hacia él. Cada suceso y persona prepara tu corazón y tu mente para hacerlo sostenible. Talvez lo que estás viviendo hoy no tiene ninguna relación con lo que sueñas, pero no dejes de creer que algún día Dios podrá conectar todos los puntos y recompensar tu esfuerzo en el hoy.
La mayoría de nosotros creemos que la felicidad está en los grandes eventos de nuestra vida: la graduación, el matrimonio, el ascenso en el trabajo, el viaje, etcétera: momentos eventuales que no duran más que eso: un momento. Vemos los demás días de nuestra vida como “la sala de espera para ese día” y subestimamos la cotidianidad sin darnos cuenta de que el camino hacia el tesoro es parte del mismo tesoro y lo que vemos como la “sala de espera” también es parte del sueño.
Así como el muchacho de la historia, nosotros nos esforzamos y nos arriesgamos por nuestros sueños (o espero que así lo hagamos). Sin embargo, a veces olvidamos que el camino es tan importante como la meta. No olvides que el trabajo que no quieres puede enseñarte algo para el que anhelas. No olvides que el tiempo de soltería te permite conocerte y tratar tu corazón para hacer sostenible la relación que anhelas. Tampoco olvides que los años de estudio te permitirán ser mejor profesional.
Vivamos el hoy sin atajos, sin cortar caminos. Ponte a trabajar, disfruta el día a día y enfócate en él. Absorbe cada aprendizaje, momento y experiencia. Disfruta cada día en la preparación y sin darte cuenta el sueño llegará por sí solo.
Por: Mónica Tello