Hace un tiempo una amiga tenía un dolor constante en la muela, por lo que decidió ir al dentista y consultar. Al revisar el diente notaron que, en algún tratamiento anterior, algún inconsciente dejó un pedazo de algodón, de tal forma que el diente se estaba pudriendo y era la causa del dolor. En realidad, el dolor era un aviso de que algo estaba mal en el diente y debía ser revisado.
Vivir causará heridas que podrían llegar a ser lo que el algodón en la historia anterior: residuos de experiencias dolorosas que a veces quieren hacer hogar en nuestro corazón.
Es ilógico pensar que nadie nunca nos hará daño o que amar no apareja un riesgo inevitable: ser heridos. Pero el dolor nos habla, nos dice que hay algo que mejorar, algo que cambiar o algo que sanar. En su libro El problema del dolor, C. S. Lewis llama al dolor «El megáfono de Dios». Con esto no digo que el dolor sea causado o permitido por Dios (esto es algo que aún es un misterio para mí), pero puedo asegurar que siempre es usado por Él, aunque en el momento no lo parezca. Él habla en medio del dolor o calla y redirecciona, pero siempre actúa.
Podemos notar que la delicia del café no viene de sus granos en sí mismos. En realidad, se trata de una combinación de todas las cosas necesarias para obtener cierta calidad en los granos, el proceso que tendrán los mismos y, por último, lo que agregamos a la bebida (el azúcar, en mi caso). Todos estos elementos trabajan juntos para darnos el mejor café. Así también, los momentos amargos de nuestro paso por este mundo, aislados, pueden parecer ilógicos o incluso inútiles; pueden darnos un sinsabor y borrar nuestra sonrisa por instantes, pero estoy segura de que esos momentos son necesarios para el producto esperado de tu destino. Puede que sean esos puntos bajos que te ayuden a llegar más alto y que la espera te haga paciente, el dolor te haga fuerte, el rechazo te redireccione y la debilidad te muestre una oportunidad. Talvez todas las cosas trabajan juntas para tu bien (sin el “talvez”) y esos momentos son solo parte del proceso de preparación y no el producto en sí mismo.
Así que, si hoy hay dolor en tu corazón, no lo deseches. Escucha lo que Dios tiene para decirte en medio de ese dolor y luego entrégaselo en Sus manos, ahí las cosas trabajan para nuestro bien.
Por: Mónica Tello