Hace unos meses caí en cuenta que me cae mal cuando las personas interrumpen. Me di cuenta de eso en una sesión de trabajo. Recuerdo que estábamos tres personas en la reunión y había una de ellas que se estaba desahogando con nosotros; nos contó cómo se sentía y yo genuinamente quería escucharle. De repente la otra persona empezó a interrumpir. No fue una ni dos veces, fueron como seis veces y a medida que lo hacía mi corazón palpitaba más rápido. Solo quería decirle que se callara y, de hecho, lo hice lo más sutilmente que pude. Y esto me hizo pensar que muchas veces soy yo la que interrumpe y que a diario tengo que aprender a escuchar.
Mateo 11:15 (NVI) dice: “El que tenga oídos, que oiga”.
Busqué la palabra oiga en el original y encontré que significa:
- Estar dotado de la facultad de oír
- No ser sordo al oído para atender
- Comprender
- Percibir el sentido de lo que se dice
- Averiguar
- Aprender a escuchar una enseñanza
Esto quiere decir que escuchar no ocurre naturalmente como quizás pensamos, sino como resultado de una elección consciente. Te quiero dar dos consejos que estoy aplicando para aprender a escuchar mejor:
- Paciencia
Santiago 1:19 (NTV) dice: “Mis amados hermanos, quiero que entiendan lo siguiente: todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse”.
¿Cuántas veces no hacemos completamente lo opuesto? Somos rápidas para interrumpir y no le damos el tiempo a las personas para que hablen.
- Desear comprender
Muchas veces queremos que nos comprendan, pero no estamos escuchando para comprender a otros. ¿Qué hay detrás de las palabras que estás diciendo? ¿Cómo se siente? ¿Cómo lo puedo ayudar? Desear comprender se trata mucho de compasión y de humildad para callarnos y no creer que siempre tendremos la razón.
Una historia que está en la Biblia en donde Jesús corrige con mucho amor; es la historia de Marta y María. En Lucas 10:41-42 (NTV) el Señor le dijo: “—Mi apreciada Marta, ¡estás preocupada y tan inquieta con todos los detalles! Hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse. María la ha descubierto, y nadie se la quitará”.
Sólo una cosa eligió María y fue escuchar a Jesús. Esto me hace pensar que muchas veces escuchar puede ser más difícil que un trabajo físico.
Mi oración para mí y para ti es que Dios nos enseñe a tener paciencia con las personas y que cuando tengamos fe en que Él nos habla soportemos la incomodidad del silencio que podamos percibir de Su parte. Que deseemos de corazón comprender lo que Él nos quiere decir; y sobre todo, que le pidamos que nos hable como lo hizo Samuel cuando le dijo a Dios: “Habla, que tu siervo escucha”.
Por: Melissa de Luna