Hace unas semanas me pasó una de las experiencias más lindas y sobrenaturales que he vivido. Todavía lo pienso y me dan ganas de llorar. He aprendido a ver a Dios en Su creación; lo veo en atardeceres, en bosques llenos de árboles, en pajaritos cantando y he procurado enseñarles eso a mis hijos; sobre todo a José Juan, que ya tiene cuatro años. Le digo cosas como: “Mira, Cuchi, Dios nos pintó el cielo hermoso, ¿le podemos decir gracias?” Ahora él se da cuenta y me dice a mí: “Mami, mira el cielo, qué lindo lo pintó Dios”. Les cuento esto porque tiene que ver con la historia que les voy a compartir.
Un sábado, alrededor de las 7 p.m., estaba en casa con José Juan haciendo la rutina de todas las noches. Ya había cenado, ya estaba empijamado y faltaba hacer la “carrerita para ir a la cama”. En eso, él me dijo: “Mami vamos a ordenar”. Sí es un niño que ha aprendido del orden. Había unos juguetes que no estaban en su lugar y además había un carrito en la sala que María Emilia había usado.
Mientras José Juan ponía los juguetes en su lugar, empujé el carrito para sacarlo al balcón y ponerlo en su lugar. Abrí la puerta y unos segundos después salió José Juan y me dijo: “Mami, llovió”. No nos habíamos dado cuenta de que había llovido y de forma natural vi al cielo. La noche estaba linda: no recuerdo si había luna llena, pero sí recuerdo que la noche brillaba. Inmediatamente le dije a mi hijo: “Cuchi, ¿sabes que la Biblia dice que Dios está por encima de los cielos? ¿Le decimos que lo amamos y le mandamos un besito?”, y él eso hizo. Le dijo: “Dios, te amamos y le tiro un beso al cielo”, y rápido volteó a ver para abajo. Yo me quedé viendo hacia arriba y cuando José Juan terminó de decir esas palabras, el cielo brilló con un relámpago pequeño. Yo me asusté y dije: “No puede ser”. Le dije: “Cuchi, ¿puedes volver a decir lo mismo? El cielo brilló y no te diste cuenta”. Lo volvió a decir y el cielo en ese momento volvió a brillar. Él se puso muy feliz de haber visto una respuesta inmediata del cielo y se emocionó tanto que lo volvió a decir por tercera vez y una vez más el cielo brilló. Se me salieron las lágrimas y le dije: “Mi amor, Dios nos ama mucho”.
Honestamente no me esperaba algo así, para nada; pero Dios nos sorprendió y nos respondió.
El siguiente domingo, nuestro pastor nos enseñó algo: que Dios responde a la fe, no al temor. Con esta historia quiero recordarte algo hermoso: somos hijos de Dios y herederos Suyos. Él anhela que nuestro corazón confíe en Él y que le pidamos. El Señor nos sigue sorprendiendo con mucho amor, accesible para todo aquel que crea en Él. Si te has apartado o tu fe ha decaído, recuerda que Él te ama, quiere verte bien y desea ver bien en todas las áreas de tu vida.
¡Que Dios brille en tu vida y que todos los días puedas verlo a través de Su creación!
Por: Melissa de Luna