Cuando Jesús dice: “hipócritas”, ¿es un insulto o un llamado de atención hacia una acción para no caer en ella?
“¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo”. Mateo 7:5 (NTV)
¡Qué difícil es admitir que nos equivocamos! Tanto que muchas veces esas equivocaciones son pecados, pero les llamamos “malos hábitos”; son traiciones, pero les llamamos “indiscreción”; son mentiras, pero les llamamos “exageraciones”. ¡En fin! Reconocer los errores de otros es tan fácil, pero admitir los propios es muy duro. Y eso es precisamente a lo que Jesús le llama hipocresía.
Siempre queremos salir bien de cada situación, dar explicaciones, justificarnos: “Es que mi pasado me marcó, por eso ahora reacciono así”, “Es que tenía prisa”, “es que entendí mal”, “Es que lo amo”, “Es que es comprensible”… Creemos que para nosotros hay una verdadera razón por la que actuamos así, pero aseguramos que a los otros los motivó su malvado corazón, sus malas intenciones, su deseo de destruir. Y así es como dejamos de notar que tenemos una viga en los ojos, pero les decimos a otros: “¡Hey! Cuidado con lo que llevas en tu ojo”.
Y todo este discurso de Jesús empieza diciendo: “No juzguen a otros”. Más bien la invitación es: ocúpense en ustedes mismos.
Cada vez que nos acerquemos a alguien con la intención quitar astillas en ojos ajenos, solo detengámonos a pensar que ayudar no implica juzgar, corregir no implica humillar, disciplinar no implica castigar, ni confrontar implica pelear.