Hace un par de años, unos amigos nos invitaron a pescar. Recuerdo que nos levantamos temprano y adentro de la mochila metí mi selfie stick. No sé qué tiene eso pero uno se ve bien en las fotos y yo quería fotos bonitas con mis amigos y mi chini.
Llegamos a la lancha y nos pusimos cómodos. Las mujeres íbamos hasta adelante platicando y los hombres iban atrás. De repente el sol empezó a sentirse más fuerte y dije “ahorita van a salir fotos bonitas”. Entonces me fui a la parte de atrás a traer mi selfie stick y mi celular. Cuando llegué a mi mochila, de una vez puse mi celular en el selfie stick y me fui de regreso a la parte de adelante de la lancha. Cuando iba regresando, de repente una ola fuertísima hizo tambalear la lancha y casi me caigo, pero logré detenerme. Estaba a punto de sentarme, cuando otra ola volvió a golpear la lancha y esta vez me detuve como pude pero mi celular salió volando al mar. Sí, lo vi en cámara lenta y no pude hacer nada. Solo escuché que Juan Diego gritó, “¿de quién era ese celular?” Y con mucha pena le dije que era el mío, él se enojó, pero ya nadie podía hacer nada. Yo estaba bien, el mar se calmó, era el momento ideal para rescatar mi celular, pero de repente la marea cambió y ya no pude recuperarlo.
Quizás te sientas identificado con la historia porque estabas empezando bien el año y estabas cumplimiento tus metas. Quizás estabas animado porque ibas mejor en el colegio o ya habías encontrado trabajo, cuando de repente todo se desmorono por la pandemia. Quizás a raíz de lo que estamos viviendo tus emociones han estado más fuertes o sensibles, por eso quiero darte tres consejos que encontramos en este pasaje de la Biblia.
Marcos 4:35-41 (NTV)
Jesús calma la tormenta
Al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos al otro lado del lago». Así que dejaron a las multitudes y salieron con Jesús en la barca (aunque otras barcas los siguieron). Pronto se desató una tormenta feroz y olas violentas entraban en la barca, la cual empezó a llenarse de agua. Jesús estaba dormido en la parte posterior de la barca, con la cabeza recostada en una almohada. Los discípulos lo despertaron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?», gritaron. (Se expresaron, está bien que muestres tus emociones, hay otros momentos en donde no es adecuado hacerlo, pero este no era el caso) Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y dijo a las olas: «¡Silencio! ¡Cálmense!». De repente, el viento se detuvo y hubo una gran calma. Luego él les preguntó: «¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe?». Los discípulos estaban completamente aterrados. «¿Quién es este hombre? —se preguntaban unos a otros—. ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!».
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Verbaliza lo que estas sintiendo. No ayudan los extremos; que seas pasivo y no digas nada o que exageres y grites tus emociones. Aprende a decir lo que estas sintiendo, para que los demás comprendan la frustración, tristeza o enojo que estés experimentando.
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Llévale tus emociones a Jesús. No sé con quién te has estado desahogado y no me malinterpretes porque esta muy bien que expreses lo que sientes con algún amigo o familiar; pero hay veces que se nos olvida manifestarle lo que sentimos a Dios. Él no se va a escandalizar con tus emociones, al contrario, te dará paz para poder ordenarlas.
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¡Ten fe! Creamos que vamos a salir siendo mejores personas. Que la empresa se va a levantar, que el enfermo va a sanar, que en esta temporada Dios va a ayudarnos a sanar heridas y que vamos a tener mejores relaciones. ¡Solo creamos! Imaginemos eso que no estamos viendo ahorita, pero creemos que vamos a tener, al final eso es la fe.
No podemos elegir que la pandemia se vaya, pero sí podemos decidir con que actitud la vamos a afrontar. ¡Ánimo no estás solo en esto!
Por: Melissa de Luna