¡Ni para tanto! Ni teníamos perro, ni nos casamos. Solo éramos novios, pero igual me dolió terminar… ¡Ciao! ¡Bye!
Justo en el cora…
Finalmente, y después de un estira y encoge, decidimos terminar un noviazgo de dos años. En ese momento sentí muchísima tristeza, trataba de evadirla de formas raras que hasta hoy me doy cuenta, y aunque no corresponde en un noviazgo decidir con quién se queda el perro, muchas veces, solo no sabemos que hacer después de terminar una relación. Quiero compartirte algunas cosas practicas para avanzar y sanar.
Considera:
1. El noviazgo es una relación prematrimonial, te da precisamente el chance o la oportunidad de conocer de cerca a la otra persona, nadie entra a una relación deseando que las cosas salgan mal, pero sí finalmente deciden terminar, considera que: es mejor terminar y reconocerlo que seguir por inercia o por que “es lo que toca”.
2. Es natural sentir dolor. Estás ilusionado, cercano, atento y de pronto, esa persona deja de ser parte de tus planes, de tu futuro, y está bien reconocerlo, hasta de tu rutina. Ese dolor, exprésalo, de la forma adecuada, no hablo de tener catarsis en redes sociales, pero tampoco te lo tragues, busca a alguien de confianza y permite ser acompañado.
3. Toma distancia. No es no. Lo peor que puedes hacerte es entrar en un circulo vicioso, se categórico. Si por alguna u otra razón les toca compartir ambientes: la clase, en la iglesia, un grupo en común, no se trata que hagas bandos o que te alejes de todos, pero no tienes que llegar en el mismo carro, encuentra el equilibrio y aunque sea incomodo, es saludable: toma distancia.
4. No es el fin del mundo, de las oportunidades y de la vida. Ve más allá de ese momento difícil. Aunque hoy sea algo doloroso, siempre habrá para ti una nueva oportunidad.
Salomón dijo en Proverbios 4:23 NTV: “Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida.”
¡Cuídate! Aprende de este procesos, de las decisiones que tomaste. Cuídate de guardar rencor, odio, de juzgar, de hablar mal. Cuídate de perder la esperanza. Si tu corazón determina el rumbo de tu vida, más vale que aún en momentos difíciles dejes que Dios lo repare y lo llene.
Por: Madis Sanchez