En mi país acabamos de vivir un proceso de elecciones bastante tenso y no solo por lo que sucedió en el ámbito político, sino por el ambiente en la sociedad, específicamente en las redes sociales. Nadie puede expresar su pensamiento sin recibir un insulto y sin importar la ideología que profese: todos están en un estado de alerta y siempre responden a la defensiva.
He visto de todo en estas semanas y ni me voy a poner a enumerar cada situación porque no terminaría hoy. Pero la que más resaltaba y provocaba cierta molestia en mi interior era ver cristianos insultando personas y deseándoles la muerte. Pareciera que en medio de las pasiones que despierta la política se nos olvidó esta hermosa enseñanza de Jesús:
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. (Mateo 5:44)
La diferencia la hacemos cuando amamos a nuestros enemigos, cuando los bendecimos a pesar de que nos aborrezcan y nos deseen el mal. Ese fue el ejemplo que nos dio Jesús durante toda su vida: amó a quienes lo perseguían, a quienes lo capturaron, a quienes lo crucificaron. Nos amó a todos nosotros a pesar de ser sus enemigos (Romanos 5:10).
Es normal que seamos sujetos a pasiones, deseos y malos pensamientos. Lo que no deberíamos permitir es que esto dirija nuestra vida. Claro que podemos estar preocupados por alguna circunstancia o molestos con alguna forma de pensamientos, pero eso jamás nos da luz verde para atacar a las personas y menospreciarlas.
¿Qué hacía Jesús cuando tenía diferencias con alguien?
En Juan 4:7-19 leemos que Jesús un día se encontró con una samaritana y se acercó a ella. Cabe resaltar que debido a un contexto religioso y social los judíos y los samaritanos no se llevaban nada bien. Pero a Jesús poco le importaban esas diferencias y entabló una conversación con la mujer samaritana. Luego de una plática extensa, Él derribó cualquier diferencia que pudiese existir entre ellos y le compartió las buenas noticias de salvación.
De esta forma Jesús nos da una clase magistral de evangelización y aquí voy a tratar de enumerar las enseñanzas que puedo observar:
-Encontrar y suplir las necesidades de las personas.
-Escuchar la historia de los demás.
-Botar toda muralla y construir puentes que nos unan a las personas.
Estoy seguro de que hay muchas más enseñanzas en esta historia, pero estas son las que puedo identificar en este momento.
La próxima vez que te veas envuelto en un debate en redes sociales o en cualquier otro lugar, recuerda una sola cosa: Dios nos mandó a ganar almas, no discusiones. Construyamos puentes hacia las personas y compartámosles las buenas noticias que el Señor tiene para ellos.
Por: Diego Herrera