Hace varias semanas leí un versículo en un libro que terminé de leer, que se llama Madre segura de sí misma. Probablemente había leído ese pasaje con anterioridad, pero ahora me hace mucho sentido:
“Estén siempre alegres. Nunca dejen de orar. Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús. No apaguen al Espíritu Santo”. 1 Tesalonicenses 5:16-19 (NTV)
Estoy en una temporada de mi vida en la que estoy orando por todo. Yo sé que puede sonar muy cristiano o para algunos algo que normalmente se hace con regularidad, pero para serles honesta no lo hacía todo el tiempo. Y les quiero contar cómo empezó.
Soy mamá de dos niños. Hace ocho semanas nació mi beba y vaya si no es cansado (si eres papá me vas a entender y si no ya me entenderás). Nos invitaron a una piñata y me fui con los dos en el carro. José Juan se divirtió mucho y todo iba bien. Cuando salimos decidí pasar a una cafetería a comprar café porque ya no teníamos grano para la mañana siguiente. Vi el reloj y eran las 5:24 p.m. y dije: “Me da tiempo”. Fui por mi cafecito y a la salida me encontré con un gran tráfico. Los carros no se movían y me empecé a estresar. A los segundos mis dos hijos empezaron a llorar. Me comencé a estresar y lo primero que hice fue hablarle fuerte a José Juan para que se calmara. En ese momento sentí la voz del Espíritu Santo (como que me estaba viendo, literal) y me dijo “No le hables así, solo pídeme a mí”. Al instante me tranquilicé y le dije a Dios: “Perdóname, solo ayúdame a pasar este tráfico en paz”, y en seguida se me ocurrió hacer un juego bobo que entretuvo a José Juan por 45 minutos y la nena se calmó.
Vine a la casa y me “cayó el veinte” que me había funcionado orar. Y así ha sido desde ese momento. Me he encontrado sin paciencia y no necesito que se lleven a mis hijos, tan solo necesito orar. Me he encontrado con mi impaciencia y no necesito mi tiempo a solas, tan solo necesito orar. No sé qué planes hacer en mi día, no necesito mi agenda, tan solo necesito orar. No sé qué jugar con mi hijo, no necesito ver ideas en internet, tan solo necesito orar. Y así podría seguir. No quiero que me malinterpretes porque claro que sí me ayuda ver ideas, estar a solas y pedir ayuda, pero antes de hacer todo eso he orado y todo fluye mucho mejor.
Y te quiero animar que hagas la prueba. Cuando estés estudiando y no se te quede algo, ora. Cuando no sepas qué decisión tomar en el trabajo, ora. Cuando estés cansado, ora. Cuando estés triste, ora. Cuando estés enojado, ora. Cuando estés feliz, ora. Cuando estés quejándote, ora. Y te puedo testificar que hasta el humor te va a cambiar. Vas a ser una persona más feliz y vas a mantener al Espíritu Santo encendido en ti.
Por: Melissa de Luna