¿Alguna vez has jugado “verdad o reto”? Es un juego para saber las tremendukadas de los demás. Pero si no quieres decir la verdad de algo que te van a preguntar; eliges reto. La idea es que el reto sea tan difícil como la pregunta que te puedan hacer.
Recuerdo que este juego lo escuché muchas veces en el colegio. No tengo una razón por la cual no jugué. Estoy segura de que no quería un reto difícil o quizás me daba vergüenza decir alguna verdad.
1 Juan 1:8-9 (NTV) dice: Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros.
Es difícil decir la verdad cuando es oscuras o cuando simplemente se trata de algo vergonzoso. No nos va a gustar, nos da la sensación de “Se van a quedar con una mala imagen de mí”. Ahora bien, ¿qué significa confesar?
Es reconocer y declarar algo que se mantenía en secreto por cualquier motivo. Y leyendo esta definición, todos tenemos algo que confesar. Y te quiero dar dos pasos para hacerlo:
- Reconoce tu pecado. Analiza cómo has conducido tu vida, si has estado siguiendo los deseos de tu propia naturaleza o si has rendido esa naturaleza para ser guiado por el Espíritu Santo.
Gálatas 5:19-24 dice: Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios. En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas! Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí.
- Confiesa tu pecado. El primer pecado fue por la desobediencia de Adán y Eva al comer del fruto prohibido. La Biblia nos narra que sintieron vergüenza y se escondieron del Señor porque tuvieron miedo. Pero Dios les puso la verdad en su boca.
Santiago 5:16 dice: Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos.
El primero que debe saber tus pecados es Dios. Hay vergüenzas que vas a pasar delante de Él, pero también hay pecados que necesitas contárselos a alguien más. Igual te dará vergüenza, no vas a querer hacerlo, pero es necesario rendir cuentas. Necesitas que te den seguimiento, que oren por ti y que te acompañen en tu proceso para que des frutos de arrepentimiento. ¡Ánimo! Vale la pena decir la verdad.
Por: Melissa de Luna