Las personas que tenemos cerca son las que más pueden decir lo que no es tan bonito de nosotros; podrían dar un largo testimonio de tus enojos, desorden, olvidos, mal humor, malos hábitos, incongruencias; en fin, tu lado “cae mal”. ¡A todos nos pasa! La cercanía nos regala lo mejor de las personas, pero también lo más difícil, lo más duro y, por qué no decirlo, lo peor.
El tema es que hay alguien más que está muy cercano a ti y eres tú mismo. Nadie mejor sabe tus mentiras, pensamientos feos, envidias, comparaciones, tentaciones, preocupaciones, mal carácter… y por eso, creo que es tan limitada la aplicación del famosísimo y popular término autoestima. Amarse a uno mismo es difícil porque uno es muy consciente de sus debilidades y errores.
Es muy fácil amarse a uno mismo en aciertos, triunfos, buenos momentos. Esos periodos donde el desempeño es excelente, nos vemos fenomenal, lo hicimos bien, no explotamos, pusimos límites, en fin… hay momentos donde es muy fácil amarnos a nosotros mismos. El problema es cuando lo hicimos mal, cuando tenemos instantes que no compartiríamos en redes sociales… cosas que nos avergüenzan. Allí es difícil, tan difícil amarnos y simplemente el concepto de autoestima no alcanza.
Por eso creo que el amor propio simplemente no es sostenible, porque el amor que nosotros damos verdaderamente es lleno de condiciones, imperfecto y limitado.
La Biblia más bien propone amarnos sobre la base de nuestra identidad en Cristo. ¿Qué significa esto? Me amo porque Cristo me amó. Me valoro porque Cristo me dio valor. Me abrazo en mis errores porque Él lo hace; veo en mi futuro seguridad porque Él está allí. Aprecio mis dones porque vienen de Él. Mis sentimientos hacia mí no cambian en el día soleado o en la tormenta. Mi valor no cambia en mis altos o en mis bajos.
La identidad en Dios es más fuerte que la autoestima y genera un amor genuino y trascendente hacia nosotros porque amamos nuestra más pura esencia: la imagen restaurada de Dios en nosotros y eso es valiosísimo.
Así que, si sientes que te ha costado mucho amarte a ti misma, validarte, disfrutarte y perdonarte, ya no sigas probando hacer más, tener más, lucir mejor, despegarte “del promedio”, hablar mejor, tener rutinas perfectas… Todo eso, al más mínimo error, no sostiene el amor propio, no es suficiente. Lo que siempre genera un amor constante hacia ti misma es reconocer que Dios nos da amor perfecto, constante y completo.
¡Claro!, hacer cosas buenas por nosotros, prepararnos, esforzarnos o buscar la realización personal nos dará instantes de satisfacción y realización personal, pero no lo hacemos para tener valor, lo hacemos porque ya somos valiosos.
Quizá alguien muy cercano a ti hoy pueda compartir lo duro que es lidiar contigo, o tú mismo puedas confesar errores, bajar las máscaras y aceptar tus errores. Pero Dios, quien solo habla verdad, esto es lo que dice de ti:
“Pero ustedes son los elegidos de Dios, elegidos para el alto llamamiento del sacerdocio, elegidos para ser un pueblo santo, instrumentos de Dios para hacer su obra y hablar por él, para contarles a otros la diferencia que él hizo por ustedes, de la nada a algo, de rechazados a aceptados”. 1 Pedro 2:9-10 (MSG traducida)
Por: Madis Sánchez