El Cuchito (mi hijo) entró a clases de futbol. Con mi esposo, hemos decidido que en nuestra casa hacer deporte no es una opción. Acordamos que siempre les daremos a nuestros hijos la oportunidad de elegir el deporte que quieran hacer, con la condición de que no pueden cambiarse hasta que cumplan un año de estar asistiendo. (Esto fue algo que le aprendimos a unos amigos de Crossfit, ellos lo aplicaron con sus hijas y les funcionó muy bien).
En fin, un sábado llevamos a José Juan a reponer una clase a la que no había podido asistir. Normalmente entrena 45 minutos, pero esta clase era de 1 hora y 10 minutos. Eran como seis niños y él era el principiante más pequeño de la clase. Mientras hacían los ejercicios se notaba que los demás niños lo hacían con mayor facilidad que José Juan. Todo iba bien, hasta que hicieron equipos para jugar.
José Juan estaba esforzándose por meter un gol, pero no lo lograba. Corría detrás de la pelota, trataba de quitarle la pelota al otro equipo, incluso se confundía con su mismo equipo con tal de tener el balón y meter gol, pero no lo lograba. Pasaron unos minutos, después de varios intentos se le empezaron a salir sus lágrimas a media cancha. Cuando nos voltió a ver a mi esposo y a mí, salió corriendo con nosotros y se le salió el llanto.
Sollozaba y frustrado nos dijo: no puedo meter ningún gol. En ese momento lo entendí tan bien, porque cuando me frustro normalmente me pongo a llorar. Rápido le dije mi amor lo estás haciendo muy bien. Ellos son más grandes que tú y llevan más tiempo entrenando. Honestamente quería sacarlo de la cancha y llevármelo y nunca más regresar en día sábado. Pero vi a mi esposo y se agachó y le dijo: no te voy a sacar así. Te pido que patees la pelota cinco veces y ya te puedes salir.
Así que le secamos las lágrimas porque no quería que nadie lo viera llorar y regresó a patear la pelota cinco veces. Cuando patió por quinta vez, Juan Diego lo llamó y le dijo; dile gracias a tu profesor y vienes. En seguida, José Juan obedeció la instrucción y se acercó a nosotros. Mientras se acercaba, extendimos nuestros brazos para darle un abrazo y tuve la oportunidad de escuchar palabras hermosas de parte de Juan Diego. Le dijo: “quiero que aprendas algo, cuando te sientes frustrado, lo importante es no rendirse”. Y lo puso a repetirlo mientras le hacia la pregunta ¿Qué es lo importante cuando estamos frustrados? Y el cuchi le respondía: no rendirse. Una vez más le pregunto y nuevamente respondió José Juan pero esta vez con una sonrisa. Lo felicitamos, le aplaudimos por no haberse rendido y por regresar a la cancha a pesar de todo lo que podía estar sintiendo.
La Biblia nos enseña en 2 Crónicas 15:7 (RV1960): Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos, pues hay recompensa para vuestra obra.
Lo peor que puedes hacer en medio de una frustración es tomar la decisión de dejar todo. Si has tenido ese mal hábito a lo lo largo de tu vida, te invito a que pruebes una nueva forma y es no rendirte. Si dejaste de hacer algún deporte porque pensaste que no eras bueno, regresa. Si dejaste una amistad fuerte por un enojo, regresa y busca reconciliarte con tu amigo. Si le dejaste de hablar a tus papás por un pleito, regresa y reconcíliate. Si dejaste de creer por tus sueños, vuelve a soñar. Si dejaste tu servicio por cansancio, regresa a servir. Si dejaste tus estudios por tiempo, regresa y retómalos.
La Biblia también nos enseña en Isaías 40:29 que Dios da fuerzas al que está cansado: El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Eso quiere decir que si ya no tienes más fuerzas para continuar, es allí donde Dios se glorifica y te da nuevas.
Te animo a que termines todo lo que empiezas. Retoma los buenos hábitos en tu vida, sobre todo, buscar a Dios todos los días a través de la oración y lectura de la Biblia. ¡Ánimo!
Por: Melissa de Luna