Mientras estoy escribiendo vamos de viaje con amigas. Venimos a una reunión de mujeres en Estados Unidos. Estoy muy emocionada y expectante de lo que Dios nos hablará y de la experiencia que viviremos todas juntas. Hace unos años Dios me dio una visión de muchas mujeres teniendo vínculos fuertes; dentro de lo que vi eran viajes. Les cuento esto para que entiendan mi emoción del viaje.
El punto es que vamos en el avión y una aeromoza muy amablemente (como suelen ser) me ofreció una galleta y me preguntó si quería algo de beber. Normalmente uno no se fija mucho en quien lo atiende, pero a mí me gusta ver a todos a los ojos. Al verla observé que tenía un maquillaje hermoso. Y con mi poco inglés quise expresarle lo bien que se veía. De inmediato, ella sonrió y me devolvió el elogio. Y rápidamente pensé en la envidia.
Hoy quiero recordarte qué pasa con nuestro corazoncito cada vez envidiamos a otra persona.
1. Vivir infeliz. Podría ser que pensemos pobrecita yo, que no tengo lo que ella tiene y sentir mucho enojo por no poseer lo que tiene la otra persona. Esto me lleva a pensar en el primer homicidio escrito en la Biblia. “Cierto día Caín dijo a su hermano: «Salgamos al campo». Mientras estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató”. Génesis 4:8 (NTV)
2. No logras apreciar ni disfrutar lo que tienes.
3. Nunca te sacias. Siempre vas a encontrar con quien compararte, porque siempre habrá alguien mejor que tú.
¿Qué hacer cada vez que nuestro corazón esté envidioso?
1. Reconoce que estás teniendo envidia.
2. Aprende a admirar y validar a los demás. No te quedes con ningún elogio. Si piensas bien de la otra persona díselo.
3. Reconoce en tu corazón que siempre habrá alguien mejor que tú.
4. Acepta lo que eres y lo que haces.
5. Trabaja por lo que quieres alcanzar.
Te dejo este versículo: “Basado en el privilegio y la autoridad que Dios me ha dado, le advierto a cada uno de ustedes lo siguiente: ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado”. Romanos 12:3 (NTV)
¡Qué Dios nos ayude a tener un corazón libre de envidias!
Por: Melissa de Luna