Cuando estaba estudiando en la Universidad, estuve en un trabajo que fue muy demandante. No les niego, me gustaba mucho; sin embargo, estudiar y trabajar no es fácil. Ese trabajo formó mi carácter: me hizo una mujer más fuerte y segura de mí misma. En ese trabajo también aprendí que no todas las personas tienen buenas intenciones, algunas se quieren aprovechar de ti y no todas tienen bondad en el corazón. Creo que estaba en una burbuja donde para mí todo era color de rosa; cuando salir de ella, me dolió porque no me educaron de esa manera.
Me he esforzado en ver lo bueno de las personas, pero lamentablemente no todas lo son. Y estoy segura de que en algún momento de tu vida te ha pasado: con querer o sin querer alguien te hizo algo malo, te quiso perjudicar o se quiso aprovechar.
Creo que todos pasamos por un momento donde nos damos cuenta de que la vida es dura y algunas personas no ayudan, simplemente la hacen peor. Y esto me recuerda a Jesús que murió por amor a nosotros para darnos una buena vida con abundancia. Romanos 5:7-8 (TLA) dice: “En realidad, no es fácil que alguien esté dispuesto a dar su vida por otra persona, aunque sea buena y honrada. Tal vez podríamos encontrar a alguien que diera su vida por alguna persona realmente buena. Pero Dios nos demostró su gran amor al enviar a Jesucristo a morir por nosotros, a pesar de que nosotros todavía éramos pecadores”.
¿Qué hacemos cuando alguien nos hace el mal? ¿Pagamos con la misma moneda? ¿En quién estamos poniendo nuestra mirada y confianza? ¿A quién estamos acudiendo por ayuda? Ahí es cuando debemos voltear a Dios y recordarnos que Él es nuestro refugio y nos da seguridad. Nuestra confianza debe estar plena en el Señor. Si la aflicción es muy grande y no veo la salida, encuentro la respuesta en 1 Pedro 5:7 (NTV): “Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes”.
Si estamos en busca de dirección o no sabemos cómo actuar, pidamos sabiduría y que Dios sea nuestra guía. Santiago 1:5-8 dice: “Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla. Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. Esas personas no deberían esperar nada del Señor; su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen”.
Aunque la gente puede que no sea buena, tenemos a un Dios bueno que tiene cuidado de nuestra vida. No paguemos mal por mal; al contrario, seamos como Jesús que dio su vida por nosotros a pesar de que no lo merecíamos. ¡Sigamos Su ejemplo e instrucción! Romanos 12: 17-21 (NTV) dice: “Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos. Queridos amigos, nunca tomen venganza. Dejen que se encargue la justa ira de Dios. Pues dicen las Escrituras: «Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen», dice el Señor. En cambio, «Si tus enemigos tienen hambre, dales de comer. Si tienen sed, dales de beber. Al hacer eso, amontonarás carbones encendidos de vergüenza sobre su cabeza». No dejen que el mal los venza, más bien venzan el mal haciendo el bien”.