Hace muchos años estaba con unos amigos platicando y llegó el turno de las preguntas random: “¿Qué harías si…?” Y yo pregunté esto: “¿Qué harías si Dios te dijera, como le dijo a Salomón, “Pídeme lo que quieras”? O como el rey Asuero le dijo a Ester: “¡Pídeme lo que quieras; hasta la mitad de mi reino te daré!”
Todos en la mesa daban sus respuestas: sabiduría, ver a Dios, tener visiones, alcanzar a las naciones… Y hubo hasta quien respondió que comer sin engordar.
Yo no sabía qué responder y creo que por eso di una respuesta muy sincera; porque verdaderamente me sentí como Salomón: sentí el feeling de la pregunta. Era una de esas que te obligan a examinar con mucha atención cada una de las opciones para dar la respuesta.
Y sí, tenía mi respuesta. Sí, esa era. Pero aún no te la diré.
Viajemos en el tiempo. Hace apenas unas semanas, en una reunión, Dios se manifestó a través de mucha Palabra profética. Dios les habló a varias personas con promesas hermosas: sanidades, dones, asignaciones… ¡en fin! Algo verdaderamente glorioso. Pero cuando la persona que estaba dando Palabra de parte de Dios hablaba, mi corazón se llenaba de asombro acerca de cómo Él nos ve; cómo ve nuestro futuro y nuestro trabajo. Sentí vergüenza en mi corazón de no reconocer en las personas lo que Él reconoce, de no ver el futuro que Él ve y de no verme como Él me ve. Y recordé eso: la respuesta que había dado hacía años: ver como Dios ve. ¡Esa fue mi respuesta!
¡Imagínate! Estar de pie frente a Simón y por fe, ver a Pedro. Estar ante la sanguinaria ciudad de Nínive y, por fe, verla arrepentida. Estar ante Saulo aprobando la muerte de Esteban y en lugar de eso, por fe, ver las cartas de Pablo. Estar ante la problemática Iglesia y, por fe, verla unida y de blanco, lista para las bodas del Cordero. Estar ante el mar enfurecido y, por fe, ver una pista para caminar. Estar frente al espejo y ver por fe a Jesús.
Definitivamente no vemos como Dios y necesitamos urgentemente ponernos Sus lentes. La Biblia dice en Isaías 55:8-9 (NTV): “«Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos”.
Al leer esa Palabra mi corazón se llena de asombro. Me imagino a Dios con lentes de fe o en un helicóptero, bien alto, viendo la salida de mi laberinto. Dios ve lo que es verdadero y mi deseo más grande es llegar a ver como Él ve.
Que cuando esté frente al calendario pueda ver Sus tiempos, que cuando esté frente un amigo problemático pueda ver el llamado que tiene para él o que cuando esté frente a un problema pueda ver las oportunidades. Que cuando esté frente a la enfermedad pueda solo ver Su poder sanador. Que cuando esté en mi pozo, en mi cárcel o en mi dolor pueda ver un futuro glorioso. Que cuando esté ante la muerte pueda ver la eternidad.
Hoy le pido a Dios que tengamos la habilidad de usar Sus lentes y ver como Él lo hace, juzgar como Él juzga, hablar lo que Él habla y sentir lo que Él siente. Porque la perspectiva de Dios está llena de vida, bondad, propósito y verdad. Y lo más hermoso de todo es que Él desea compartirla con nosotros.