Me acuerdo de ese hermoso grito que decía mi madre cuando empezaba a llover: “¡La ropa!” Siempre me pareció muy chistoso porque en el momento en donde todos se encontraban más ocupados en la casa aparecía la lluvia e interrumpía todos los planes.
Igual pasó esta semana. Ya se empezaba a sentir el calor del verano por fin después de tantos meses de frío, pero hoy que amaneció ya estaba lloviendo. Pareciera que las tormentas siempre llegan y a veces lo hacen cuando menos lo esperamos.
Nos pasa muy similar con los problemas. A veces todo marcha bien, no se siente ningún viento contrario ni se ve que se avecine alguna nube de lluvia; y cuando menos lo sentimos, empieza la tormenta sobre nuestra vida.
Jesús sabía que esto podía llegar a pasar y nos prepara. Él nos dice que cuando venga la lluvia nos conviene haber construido nuestra casa sobre la roca para que los vientos y las corrientes no la destruyan (Mateo 7:24-27). Jesús sabía que la probabilidad de que tengamos problemas es alta y nos da la solución antes de que estos acontezcan.
Quizá hoy estés experimentando algún problema y esto te haga sentir inseguro porque literalmente percibes cómo toda tu vida se tambalea, pero déjame recordarte una cosa: tu vida esta cimentada en Jesús, nuestra roca fuerte. Por más que golpeen los vientos y las corrientes no serás destruido por esto.
Su Palabra es más real que nuestra circunstancia y aunque en este momento estés experimentando escasez, quebrantos de salud o ansiedad, recuerda que Él nos ha prometido abundancia, salud y paz. Aunque la lluvia te haya tomado por sorpresa, Dios tiene todo bajo control. Él te acompañará en medio de esta tempestad. No tengas miedo. Esta tormenta también pasará.
Por: Diego Herrera