En la vida real y en el mundo del entretenimiento los menospreciados se convierten, en la mayoría de los casos, en villanos. Hitler quería ser artista, pero fue rechazado; Síndrome quería ser como Míster Increíble, pero el héroe estaba muy ocupado para atenderlo; a Walter White, de Breaking Bad, nadie le prestaba atención a pesar de ser un profesor de química sobrecalificado… Y así podría seguir enumerando muchos otros casos.
De alguna manera el menosprecio les da una razón de ser. La sociedad se encarga de rechazarlos por no alcanzar los estándares socioeconómicos, de belleza, inteligencia y fuerza; pero, como en todo, Cristo tiene un plan diferente para quienes le permiten obrar en medio de esas deficiencias.
La Biblia dice: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”. (1 Corintios 1:25-29, RVR1960).
Sara era infértil, pero por medio de ella Dios hizo nacer a Su pueblo; Moisés era tartamudo, pero Dios lo escogió para liberar a Su pueblo de la esclavitud en Egipto; la mujer samaritana era rechazada por todos gracias a su vida desordenada, pero Dios la llamó a ser una evangelista para muchos; Pablo era un religioso radical que mataba a los seguidores de Cristo, pero Dios lo hizo el apóstol de los gentiles. La lista podría continuar, pero por cuestión de tiempo la dejaremos allí.
¿Te has sentido menospreciado? ¿Siempre pareces ser la última opción? ¿Se han burlado de tus habilidades? ¿Constantemente te sientes a la sombra de alguien más? ¡Felicidades! Estás a unos cuantos pasos de fe para convertirte en el siguiente proyecto de nuestro Dios. En lugar de usar nuestras fuerzas —que son como un propulsor de juguete— podríamos quebrantarnos delante de Él y atestiguar Su propósito. Pide que esos peces y panes que llevas en tu canasta puedan multiplicarse en manos de Jesús y así dar de comer a muchos.
Los talentos pueden fácilmente esconder la deficiencia moral y espiritual de una persona ante los ojos del mundo, pero el Espíritu Santo puede fortalecer los talentos de alguien con corazón puro que desea ver a Dios hacer lo Suyo.
Por: Daniela Quintero de Ardón