El gran despertar fue una época entre 1740 y 1750 en donde miles de personas se convirtieron a Cristo. Tuvo lugar en varios países de Europa y especialmente en varias colonias de Estados Unidos. Fue un evento histórico no solo para la iglesia, sino también para el continente americano.
¿Te podés imaginar eso? Miles y miles de personas entregándole su vida a Jesús. Dejando la vida que tenían antes para volcarse por completo a Dios.
Yo me conmuevo mucho porque sé lo que he vivido en Jesús y se lo deseo a todos. Pero para ser testigo de un gran despertar no sé cuáles sean los requisitos. No pretendo poner el estándar, es algo tan sobrenatural que es enteramente potestad de Dios.
Pero sí sé algo, y es que hoy más que nunca lo necesitamos. Necesitamos un mover de Dios tan sobrenatural y potente que hasta el más escéptico pueda ser alcanzado. Un movimiento tan lleno de amor que hasta el más herido pueda ser parte. Tan inclusivo que hasta el más individualista quiera sumarse.
No sé si mi siguiente análisis sea válido en la lógica del reino. Pero aquí les va:
Para que inicie un gran despertar, primero debe haber uno que se despierte, que esté tan “despierto” que busque despertar a otros. Pero ¿qué lo despertó primero a él? La luz que disipa toda tiniebla.
Por: Fernando Pappa