Manos llenas de lodo, uñas con french negro, manos desgastadas por el trabajo. Al resucitar Jesús no se graduó de trabajar y mostró Su mejor versión de cuidador. Jesús se sigue esforzando, sigue aplicando fuerza en Su creación para traer vida. No es un emperador dando instrucciones y moviendo Sus manos desde una silla de marfil sin ensuciarse, sino que es un hortelano con rodillas dobladas trabajando con lodo para dar vida a lo que tiene en Sus manos.
Muchas veces pensamos que madurez espiritual es la capacidad de tolerar y soportar. Puedo soportar la orquídea seca, la relación tóxica, la inmoralidad o la deshonestidad en mi país, pero en este caso no ensuciarse las manos no significa madurez. Madurez espiritual es abordar lo “muerto”, aplicar un esfuerzo para nutrir, paciencia para regar, acompañamiento para cuidar y celebrar la siguiente flor y al terminar la temporada, iniciar con la misma ilusión la siguiente.
Jesús sigue trabajando en nosotros, en Su tierra. Las manos del maestro siguen permaneciendo tiernas.
Juan 20:16
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
Gloria Melissa es el nombre de mi esposa, pero nunca le digo así. Para mí es mi Chini-li. nunca le digo José Juan a mi hijo excepto cuando me está mordiendo la barbilla por falta de control emocional; él es Cuchirruminski. María no reconoció a Jesús por apariencia, incluso no lo reconoció por la primera conversación; pudo reconocer a su raboni hasta que la llamó por su nombre.
Seré irreal en este momento: si algún día estoy encerrado en otro cuerpo que no es el mío, la forma en la que me dirigiría a mi hijo para que sepa que soy yo sería llamándolo Cuchi porque esa es la forma tierna de tratarnos.
Colosenses 3:12-13 (NTV)
Dado que Dios los eligió para que sean su pueblo santo y amado por él, ustedes tienen que vestirse de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia. Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros.
Jesús no niega la aplicación de la fuerza. Jesús, el hortelano, aplica la fuerza que necesitamos de una forma tierna. Procuremos que nuestro liderazgo sea tan sucio y tierno como el de un hortelano.
Llevamos alrededor de dieciséis meses en pandemia y personalmente esta temporada ha sacado lo peor de mí: mi orgullo, mi avaricia, mi impaciencia. He sido un dolor, peor que un pedalazo en la espinilla, y el mayor de todos los problemas es que mi esposa ha sido la persona más perjudicada. Hace unos meses me habló y me pidió cambiar ciertas actitudes, hice un pequeño arreglo, pero como árbol torcido regresé al mismo lugar. Semanas después volvió a tratar los mismos temas y días después la misma historia. Explotamos hace algunos días y con vergüenza pude ver más allá de sus lágrimas. Observé la actitud tierna y paciente con la que volvió a tocar los mismos temas que ya habíamos hablado.
¿Cómo tratar a una tierra que encuentra en su naturaleza el camino de regreso a la muerte? Con ternura, bondad y paciencia. Procura que tus manos sean el reflejo de las manos que siguen trabajando en tu vida.
“Al tercer día, los amigos de Cristo que vinieron al lugar al amanecer, encontraron la tumba vacía y la piedra removida. De diversas formas se dieron cuenta de la nueva maravilla; el mundo había muerto en la noche. Lo que estaban viendo era el primer día de una nueva creación, con un cielo nuevo y una tierra nueva; y con la apariencia de un jardinero, Dios volvió a caminar por el jardín”, escribió Gilbert Keith Chesterton.
Por: Juan Diego Luna