Nunca le había prestado atención a la canción de Frozen, en especial a esta parte:
No right, no wrong, no rules for me
I’m free. Let it go, let it go.
No hay bien, no hay mal, no hay reglas para mi
Soy libre. Déjalo ir, déjalo ir.
Estas líneas parecen inofensivas, pero realmente demuestran la forma de pensar de muchos hoy en día. Parece que para ellos el propósito de una persona de nuestro tiempo consiste en ser “libre” y que ser “libre” significa no seguir reglas y que no exista el bien ni el mal.
El problema con esta forma de pensar es que deja a criterio del ser humano qué es lo correcto y qué es lo incorrecto, y eso es algo muy peligroso (incluso, históricamente hablando). No lo digo desde una perspectiva religiosa solamente. Para los griegos algo era considerado “bueno” si cumplía el propósito para el que había sido creado. Por ejemplo, un lapicero es bueno porque pinta y sirve para escribir.
La Biblia nos enseña que nuestro propósito es seguir y hacer la voluntad de Dios. Te aseguro que en la medida en que intensificas tu relación con Dios (tanto en una búsqueda personal como perteneciendo a una comunidad), más fuerte será el significado de tu propósito y el sentido de tu vida.
Hoy se quiere impulsar que todo lo bueno es lo que tú creas que es bueno. Pero este es un fundamento muy débil, en especial porque los humanos somos cambiantes. Necesitamos un fundamento sólido.
Fuimos creados para ser libres y perseguir nuestros sueños, pero esta libertad debe estar en el contexto de algo más grande. De algo divino. De nuestro Dios.
Por: Fernando Pappa