Soy de las personas que se convierten en un monstruo cuando están con hambre. Mi nivel de tolerancia disminuye hasta los suelos y siento los ruidos del estómago como si fueran cuchillos en la piel. ¡Lo detesto! Y los demás me detestan cuando tengo hambre. Me justifico diciendo: “Vean a los bebés: desde recién nacidos cómo se ponen cuando no han comido”. Al ver la reacción por hambre de mi hijo Jose Juan me justifico aún más. Entonces ¿te podés imaginar lo difícil que es para mí ayunar?
El ayuno puede ser la práctica espiritual con la que más batallo, a diferencia de la oración, donde encuentro placer hablándole y sintiendo a Dios; o de la generosidad, donde encuentro placer en ver al prójimo siendo bendecido. En el ayuno no encuentro placer de ningún tipo (aunque me gustan las libritas de peso que pierdo, pero eso es otra cosa). Aun así, Jesús, quien es todopoderoso, también practicó el ayuno y nos instruye a hacerlo.
¿Por qué es importante ayunar? ¿Cuál es la fuerza del ayuno? ¿Por qué debería abstenerme de un beneficio corporal (asumiendo que se come saludable)? Sencillo: porque una obediencia física trae liberación espiritual.
Éxodo 17:11 dice:
Mientras Moisés sostenía en alto la vara en su mano, los israelitas vencían; pero, cuando él bajaba la mano, dominaban los amalecitas.
Esta premisa se repite a lo largo de toda la Biblia: desde el sacrificio que debió haber hecho el primer Adán hasta el cuerpo crucificado de Cristo, el segundo Adán. Lo que hacemos con nuestro cuerpo puede provocar que ganemos batallas. Mientras escribo estos párrafos nos encontramos luchando contra una pandemia, contra un virus, contra una enfermedad. ¡Hay cosas que podemos pedir y otras que podemos provocar!
Marcos 9:29 (NTV) dice:
Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
Por eso te insto a que te unas a nosotros y a miles de personas que llevaremos a cabo lo mismo este 21 de marzo. ¡Unámonos en oración! ¡Unámonos en ayuno! Y veamos juntos cómo Dios obra a favor de las personas.
Por: Juan Diego Luna