¡Otra vez! – Dije al ver con disgusto la cena que mi mamá había servido. Aburrida y acostumbrada a la guarnición estrella de las noches, yo quería alguna otra novedad. Mi mamá se encargó de explicarme que ni la mitad de los niños en mi país podría tener ese plato, además del esfuerzo y amor que para ella implicaba. Así que interpreté que para no incomodar debía callarme y llevarme la comida a la boca, claro, ahora sería más lista que ella al aplicarle la ley de hielo, distanciarme, usar el sarcasmo, ya saben ¡levantar los hombros y hacer pucheros! Un reclamo en silencio. Una mala actitud. Mi deseo de querer algo más era verdadero, pero mi expresión irreverente me convertían en una pequeña ingrata.
La expresión de las incomodidades, enfados, disgustos, deseos o diferencias no es una queja en si misma pero cuando la expresión es acompañada de una mala actitud o una mala intención ¡bualá!, allí es donde surge la queja: una mala forma de expresar los deseos.
En la iglesia primitiva sucedió algo muy curioso. El relato está en Hechos 6, un grupo de griegos alegaba que las viudas no eran bien atendidas y esto dio lugar a que escogieran a los primeros siete diáconos. El texto explica que “a todos les gustó la idea”, los apóstoles se dedicaban a predicar y la sabiduría para manejar esa solicitud trajo orden, justicia y crecimiento. Hay necesidades, deseos, inquietudes, ideas, comentarios o cosas que necesitan ser resueltas. Un mensaje legitimo expresado a la persona correcta, con la actitud correcta, puede traer soluciones.
Pero también pueden existir cosas inadecuadas atrás de una queja: ingratitud, desprecio, envidia, arrogancia, disgustos, resentimiento y hasta rebeldía. Este tipo de queja usualmente opera con murmuraciones, chisme y división, y curiosamente, no son expresadas a quién puede hacer algo por resolver.
El riesgo de esta queja es que convierte las solicitudes en reclamos, las propuestas en inconformidades, los procesos en tropiezos y las diferencias en peleas. Seguramente en donde estás puedes observar muchas cosas que pueden mejorar o que te incomodan. La solución no es quejarse, es proponer y actuar, servir con humildad y amor, y enfocarte en todo lo bueno que ya son, hacen o tienen.
¡Ah! y ¿saben cual es mi comida favorita?, esa, la que cocina mi mamá.
Por: Madis Sanchez