¿No te ha pasado que haces algo, que literalmente te da muchísima pena con Dios y sentís que le tienes que pedir perdón más de una vez? Hay una parábola en la Biblia que me parece muy sanadora. Jesús estaba a punto de enseñar y muchas personas llegaron a escuchar, entre ellos cobradores de impuestos y personas tachadas de muy mala fama. De repente los fariseos y los maestros de la ley religiosa empezaron a murmurar que cómo era posible que Jesús se juntara con gente tan pecadora, y entonces, creo que de forma muy estratégica, Jesús empezó a enseñar tres parábolas.
La primera era de una oveja perdida. Estaba un pastor cuidando a todas sus ovejas cuando descubrió que le faltaba una, por lo que dejó a las noventa y nueve para ir a buscar a su ovejita perdida, y finalmente la encuentra y se alegra. Después enseña de una moneda perdida. Una señora tenía diez monedas de plata y se le perdió una. Entonces encendió la luz de la habitación y barrió la casa hasta que la encontró, y claro, se gozó de recuperar su moneda perdida.
Y por último, mi favorita. Contó la historia de un joven que le pidió la herencia en vida a su papá y desperdició todo su dinero hasta que se quedó sin nada. En la misma época que se gastó toda la herencia, hubo una gran hambruna en todo el país y el joven se empezó a morir del hambre. Estaba tan desesperado que le pidió trabajo a un agricultor y el hombre lo envió a que le diera de comer a los cerdos. Días después el joven entró en razón, preparó un discurso para su padre y volvió a casa. Cuando su padre lo vio desde lejos, salió corriendo y lo besó. El joven empezó a dar su discurso y el padre lo interrumpió, e inmediatamente pidió a sus siervos que prepararan una fiesta porque su hijo había regresado a casa.
Me encanta el hecho que el papá se acercó al joven, lo abrazó y lo besó sin que el hijo dijera una sola palabra. Y así es la gracia de Dios con nuestros pecados. Es suficiente con que nos acerquemos y nuestro Padre Celestial aprovechará la oportunidad para abrazarnos. Claro que es importante que nos arrepintamos, pero Dios está más interesado en ti que en tus pecados. La gracia es un regalo precioso totalmente inmerecido que no nos costó nada, pero le costó todo a Dios. No uses ese regalo solo para cuando le falles mucho a Dios, aprende de Su gracia y no abuses de ella. La gracia no es un concepto, es una persona y su nombre es Jesús.
No se por lo que has pasado, no conozco tus fallas, tus fracasos o las cosas con las que actualmente batallas, pero sé que la gracia es suficiente para cubrir todos los pecados. Deja esas faltas atrás, y avanza porque Jesús pagó el precio para que tú y yo podamos tener un estilo de vida diferente.
Por: Melissa de Luna