Todos tenemos debilidades; es parte de nuestra humanidad. Hay algunas que nos avergüenzan, otras que pasan desapercibidas y otras que quizás ni contamos, pero Dios sí las conoce. Quiero compartir tres maneras de gestionar nuestras debilidades y limitaciones desde la perspectiva del apóstol Pablo.
Pablo había plantado iglesias en Corinto. Esta ciudad era muy importante en ese momento porque era un gran centro económico por su ubicación. Era una ciudad portuaria. Además, había muchos templos para los dioses griegos y romanos. Pablo se había quedado con ellos por un año y medio y luego se fue a seguir plantando iglesias por otros lados.
En la primera carta que les escribe, se había enterado de que las cosas no iban bien y había cinco problemas principales. División, inmoralidad sexual dentro de la iglesia, peleas por lo que comían, desorden en los cultos y para algunos no era importante el tema de la resurrección.
Entonces, Pablo se toma el tiempo de corregir a los corintios. Algunos lo tomaron a bien y otros no. Pablo, muy triste, les escribe por segunda vez y se entera de que habían aparecido los “súper apóstoles”, personas que eran más prósperas, pero predicaban sin apuntar a Jesús. Estas personas se jactaban por lo que hacían y tenían y Pablo, en su defensa, les escribe que si alguien puede jactarse es él; pero que no lo hace porque, si de algo va a jactarse, es únicamente de sus debilidades.
En 2 Corintios 12:8-10 (NTV) El apóstol Pablo enseña cómo ve Dios nuestras debilidades y qué dice de ellas: En tres ocasiones distintas, le supliqué al Señor que me la quitara. Cada vez él me dijo: «Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad». Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí. Es por esto por lo que me deleito en mis debilidades, y en los insultos, en privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo. Pues, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Entonces, observé tres cosas que Pablo enseñaba sobre el manejo de las debilidades:
Humildad para reconocer nuestras debilidades
Todos tenemos, pero quizás a veces es muy duro aceptar el pecado en nuestras vidas. Además, debemos pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a ver debilidades en nosotros que quizás genuinamente no nos damos cuenta.
Rendir las debilidades para que el poder de Dios actúe en nuestras vidas
En el momento en que reconocemos que nos cuesta algo, debemos rendirlo a Dios para que con Su ayuda podamos superar esa debilidad. Si, por ejemplo, te cuesta terminar lo que empiezas, debes rendir tu falta de disciplina y pedirle a Dios que te ayude a terminar todo lo que empiezas. Cuando eso pasa, dejas que el poder de Dios actúe en tu debilidad porque en tus capacidades no lograrías terminar en algo; pero con Dios, quien es el que te da la ayuda, sí puedes.
Dejemos que Dios siga trabajando en nosotros
Quizás dejaste de ver el poder de Dios actuar en tu vida, pero puede ser que ya no rendiste lo que actualmente te cuesta. Quizás te conformaste con tu condición en vez de rendirla.
Hoy quiero recordarte que somos perfeccionados a la imagen de Cristo. Él nos quiere ir puliendo, haciendo mejores y más parecidos a Él. Es toda una vida y por algo nuestro pastor lo llama “cristiano en construcción”. Que todos los días podamos tener la humildad en reconocer nuestras debilidades, esforzarnos por rendirlas y dejar que Dios actúe en nosotros.
¡Te bendigo!
Por: Melissa de Luna