¿Sabías que David tenía solo 15 años cuando recibió la palabra del profeta Samuel de que sería un rey? ¡Era muy joven! Pero era valiente, talentoso en la música, hábil para pelear, confiaba en Dios y Su espíritu estaba con él. A los 17 años, derribó a Goliat con una honda y varias piedras. ¡Imagínate cómo se sentía David por lo que había hecho! Con toda claridad podía ver que Dios estaba moviendo las piezas.
Con el tiempo se volvió muy cercano al rey Saúl, quien se había alejado de Dios. David era la única persona que lograba darle paz a Saúl tocando el arpa. Sin embargo, después de unos años, Saúl tuvo envidia de David y lo mandó a la guerra. En la guerra, David fue muy victorioso y exitoso, ya que Dios estaba con él. Por eso, Saúl quiso matarlo y lo persiguió durante 7 años. Saúl murió en batalla y 15 años después de que Samuel le dio la palabra, a la edad de 30 años, David se convirtió en rey de Israel.
Durante esos 15 años, David no vio cumplirse la palabra que le dio Samuel. Al contrario, hubo muchos momentos difíciles, de persecución y angustia. ¿Qué crees que estaría pensando David en todo el tiempo que estuvo bajo persecución? ¿Habrá pensado que la palabra que el Señor le había dicho hace tantos años, por fin se cumpliría? Creo que la respuesta es bien clara: tuvo que confiar en Dios.
¡Y qué difícil es confiar en Dios! No digamos, cuando recibimos una palabra de parte de Él y en lugar de ver cómo se abre camino, encontramos situaciones en las que nos sentimos perdidos. Somos una generación de mucha ambición, pero también de bastante frustración porque todo lo queremos rápido y eso tiende a crear demasiada insatisfacción. Ahí es cuando debemos levantar nuestra mirada, no depender de nuestra fuerza, sino confiar en Dios que tiene cuidado de nosotros.
Proverbios 3:5-7 (NTV) dice: “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar. No te dejes impresionar por tu propia sabiduría. En cambio, teme al Señor y aléjate del mal”.
Confiar en Dios significa buscar Su voluntad, saber que todo lo que pasa tiene un propósito (aunque no lo vea). Puedo amargarme o frustrarme, pero puedo decidir confiar en Su palabra. Parece ilógico, pero cuando confiamos en Dios, simplemente es confiar, aunque no veamos el sol; solo hay que seguir caminando y estar seguros de que todo saldrá bien y pronto brillará su luz.
Mira lo que dice Eclesiastés 1:5-7 (Biblia Dios Habla Hoy): “Sale el sol, se oculta el sol, y vuelve pronto a su lugar para volver a salir. Sopla el viento hacia el sur, y gira luego hacia el norte. ¡Gira y gira el viento! ¡Gira y vuelve a girar!”.
Así que puede que no veas el camino, o tal vez te sientas perdido, pero solo pídele a Dios que te muestre la ruta que debes seguir y confía en que todo saldrá bien. Es difícil dar las gracias cuando todo está mal, pero agradecer es una de las formas de demostrar que seguimos confiando en el Señor.
“Con paciencia esperé que el Señor me ayudara, y él se fijó en mí y oyó mi clamor. Me sacó del foso de desesperación, del lodo y del fango. Puso mis pies sobre suelo firme y a medida que yo caminaba, me estabilizó. Me dio un canto nuevo para entonar, un himno de alabanza a nuestro Dios. Muchos verán lo que él hizo y quedarán asombrados; pondrán su confianza en el Señor”. Salmos 40:1-3 (NTV)