En los últimos blogs les he hablado de mi hijo José Juan. Dios me enseña mucho a través de enseñanzas que le doy. Está en una edad hermosa y con Juan Diego le estamos enseñando a orar y a usar su fe. Cada vez que quiere algo, mi respuesta es “okay, junta tus manitas y se lo pides a Dios” y hemos visto como Él le responde. Recuerdo que una oportunidad me había pedido un regalo y mi respuesta fue la misma; junta tus manitas y se lo pides a Dios. Y así lo hizo. Cuando llegué a la oficina, mi jefa me dice te tengo un regalo para el Cuchi. Con una sonrisa en mis labios, le cuento por lo que había orado José Juan en la mañana y como su oración había sido respondida rápidamente. Lo recogí en el colegio con su regalo y le dije viste como Dios te respondió. Sus ojitos estaban llenos de felicidad y asombro. Y entonces ahora lo ven orando por todo lo que quiere.
Una mañana de enero, se levantó y, mientras estaba viendo un video, oró porque quería ir a Disney. Cuando abrió sus ojos me dijo, mami ¿ya nos vamos a Disney? Y le expliqué que había oraciones que Dios respondía rápido, pero otras que había que seguirlas pidiendo hasta que pasara. Y muy obediente, cada vez que se recordaba oraba por ir a Disney. Un día, en medio de esa oración, le enseñé a no sólo pedir sino también a creer. Le dije: “extiende tus manos, imagínate que ya estás llegando a Disney en el avión”. Se emocionó y le dije: “cada vez que pidas eso, imagínate ese día porque va a llegar”.
Y finalmente, el día le llegó. Mis papás un día nos dicen que nos quieren invitar a un viaje familiar y que eligiéramos el lugar y pusiéramos la fecha. Cuatro meses después se le cumplió su oración. Elegimos ir a Disney (en un mes que por lo regular mis papás no viajan) y solo puedo decir que fue una oración respondida de Dios a José Juan. Meditando en esto, se me viene a mi mente la historia de la viuda que quería que le hicieran justicia. Jesús les enseña a sus discípulos a través de esta parábola a que siempre debían orar y nunca darse por vencidos.
Lucas 18:1-8 (NTV): Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos. «Había un juez en cierta ciudad —dijo—, que no tenía temor de Dios ni se preocupaba por la gente. Una viuda de esa ciudad acudía a él repetidas veces para decirle: “Hágame justicia en este conflicto con mi enemigo”. Durante un tiempo, el juez no le hizo caso, hasta que finalmente se dijo a sí mismo: “No temo a Dios ni me importa la gente, pero esta mujer me está volviendo loco. Me ocuparé de que reciba justicia, ¡porque me está agotando con sus constantes peticiones!”». Entonces el Señor dijo: aprendan una lección de este juez injusto. Si hasta él dio un veredicto justo al final, ¿acaso no creen que Dios hará justicia a su pueblo escogido que clama a él día y noche? ¿Seguirá aplazando su respuesta? Les digo, ¡que pronto les hará justicia! Pero cuando el Hijo del Hombre regrese, ¿a cuántas personas con fe encontrará en la tierra?
Quiero recordarte que tienes un Dios que te escucha, que quiere bendecirte y quiere sorprenderte. Pide hasta que veas la respuesta, no te des por vencido. Vuelve a pedir, insiste y trata de imaginártelo como sí ya lo tuvieses. ¡Ánimo!
Por: Melissa de Luna