Hace unos meses mis amigas del colegio me invitaron a una cena en casa de una de ellas. Hace mucho tiempo que no las veía y desde que recibí la invitación me emocioné mucho. Llegó el día y me puse muy nerviosa. No sabía qué ponerme y empecé a dudar de cómo me iba a sentir luego de no haberlas visto durante mucho tiempo. Pensaba: “¿Y si me siento fuera de lugar?” “¿De qué les voy a hablar?” “¿Cómo se irán a portar conmigo?” “¿Cómo me irán a ver?”
No sabía qué ropa llevarme. Me cambié muchas veces y finalmente me fui cómoda (como en realidad me gusta vestirme). Mientras iba en el carro, nerviosa, me puse a orar. Le dije a Dios: “No me gusta esto que estoy sintiendo. Quiero pasármela bien, quiero estar cómoda y disfrutar a mis amigas”. Cuando terminé mi corta oración, sentí que iba respaldada y me dije a mí misma: “Bueno, Melissa: si no conoces de lo que están hablando, preguntas. Sino tienes nada que decir, te quedas callada. Si te ven mal, pues fue lo que decidiste ponerte: total, ¿quién es uno para caerle bien a todos?” No saben lo que me ayudó hacer esa oración. Me la pasé muy bien, pero también pensé en lo feo que es vivir con este tipo de inseguridades.
Todos en algún momento de nuestra vida las hemos sentido. Son algo natural de los seres humanos y se originan del miedo. (Hago un paréntesis para recomendarte un círculo de emociones que puedes descargar aquí. Esto te servirá para identificar la emoción que estás sintiendo). Lo que no es normal es que vivamos con inseguridades todo el tiempo y para eso te quiero dar un consejo y unos pasos que te ayudarán cuando estés sintiéndote así:
1. Reconoce o identifica tus inseguridades. “¿A qué le tengo miedo? ¿Qué temo que pase?” “¿Es real o me lo estoy imaginando?”
2. Acéptalas. “No pasa nada si no le caigo bien a todos. La vida es frágil. No siempre me voy a ver bien, no siempre voy a ganar. No pasa nada si no soy el mejor en algo, no voy a destacar todo el tiempo”.
3. Filipenses 4:6 (NTV) dice: “No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho”.
4. Ríndeselas a Dios. A Moisés le toco rendir su tartamudez y, a pesar de esta particularidad, hacer lo que Dios le había mandado. Dios no le quitó la tartamudez y o usó a pesar de su posible inseguridad.
No permitas que el miedo te robe la paz y el gozo. Dios quiere provocar cosas grandes en tu vida. Créele y ríndele tus temores.
Por: Melissa de Luna