“Me dejó el tren” es una frase que he escuchado muchas veces y no solo en el ámbito de pareja. También en el ámbito laboral, académico y ministerial. Esta frase se puede utilizar casi con cualquier meta, plan o sueño que se haya postergado lo suficiente como para dudar si realmente se va a cumplir.
Por alguna razón, en el imaginario colectivo está muy presente que debemos terminar nuestra carrera antes de los veinticinco años, luego casarnos antes de los treinta y formar una familia a partir de la tercera década de nuestras vidas o incluso antes. Todo lo que no se haya logrado a partir de los cuarenta es muy probable que no se vaya a cumplir.
Quizá por eso las personas que no han cumplido con estos estándares sociales se frustran y renuncian a sus sueños, porque el tiempo para realizarlos se acabó.
Hay una historia en la Biblia que me da otra perspectiva respecto a el tiempo en que uno debe vivir sus sueños y propósitos. Es la historia de Moisés. Si dividimos su vida en tres etapas podríamos hacerlo de la siguiente manera: el tiempo del palacio, su etapa en el desierto y el cumplimiento de su propósito.
El momento que cambió el rumbo de la vida de Moisés fue cuando se encontró delante de la zarza ardiente según se lee en Éxodo 3:1-4. Su encuentro con Dios fue lo que marcó el inicio del cumplimiento de su propósito de vida. Todo lo que había vivido con anterioridad había sido el entrenamiento y el proceso necesario para esa etapa de su vida.
Moisés tuvo ese sublime encuentro con Dios a la edad de 80 años. Sí, así como lo escuchas. En la octava década de su vida Moisés se encontró con Dios y reafirmó Su propósito. La pregunta obligatoria es: ¿Qué pasó por la mente de Moisés antes de ese encuentro? Quizá también él pensó que el tren ya había pasado y lo había dejado. Pero, en definitiva, no fue así. El Señor tenía todo meticulosamente calculado.
Moisés no se amargó en su tiempo de espera, de hecho, hizo todo lo contrario. Se dedicó a ayudar a todas las personas que se le cruzaban en el camino con la mejor actitud. Defendió a su hermano hebreo, a sí mismo lo hizo con las mujeres que estaban sacando agua del pozo y cuidó el rebaño de Jetro, su suegro (Éxodo 2:11; Éxodo 2:17 y Éxodo 3:1). Tal vez Moisés no estaba cumpliendo su propósito, pero estaba haciendo su mejor esfuerzo con todo lo que le llegaba a la mano.
Puede ser que aún no tengas en tus manos el diploma por el que te has esforzado tanto, pero eso no quiere decir que jamás vaya a llegar. Observa qué tienes en tus manos y trabaja con eso. También existe la probabilidad de no estar viviendo la etapa sentimental que habías planeado para esta época de tu vida, pero eso no quiere decir que jamás vayas a vivirla. ¿Qué tienes hoy en tus manos? No lo menosprecies, trabaja con eso y sin lugar a duda, tu momento llegará.
El próximo tren se aproxima a la estación en donde te encuentras, llegará en el momento justo y adecuado. Asegúrate de tener el corazón plenamente saludable para disfrutar al máximo el propósito que Dios tiene preparado para ti.
Por: Diego Herrera