Siempre he tenido coincidencias que no son coincidencias. Dios escucha todo lo que le pido hasta en pensamientos.
Una vez estaba orando en mi casa mientras mis hijos estaban dormidos y mi esposo aún no llegaba. Le pedí a Dios muchas cosas orando audiblemente, pues yo sabía que Él me escuchaba. Le pedí cosas muy puntuales como por la vida de mis bebés, por una casa, por mi papá, por el trabajo de mi esposo, por mi dolor de cabeza, entre otras cosas. Al terminar mi larga oración pensé en un dulce que no comía hace años y se me antojó muchísimo: un “Air Head”.
Al rato llegó mi esposo, yo ya había cenado y era bastante tarde. Lo esperé despierta para platicar un poco antes de dormir. Cuando entró en la casa y me saludó lo primero que me dijo fue: “Mira, te traje esto” y sobre la mesa puso dos Air Heads.
No podía creerlo. Me puse muy feliz porque el antojo que yo tenía de ese dulce específico era muy real. Jamás pensé que fuera una casualidad, sabía que Dios había escuchado, no solo mi oración audible, sino hasta mi pensamiento al terminar la oración.
Es increíble que Dios nunca deja de escucharnos. Cuando oras y cuando no oras Él está ahí presente. Con ese detalle, Jesús me demostró que está al pendiente de los deseos más profundos de mi corazón. Él oye nuestras peticiones y tiene cuidado de nuestros sueños también.
No me mandó un dulce, me mandó dos dulces. Así es Él. Siempre da y responde más y mejor.
Por: Ana Luisa Montúfar Quintero