Hace unos días, mi hijo José Juan, de dos años y medio, me acompañó a hacer mandados. Si tienes hijos, sobrinos o hermanitos me entenderás que hacer mandados con un niño no es nada fácil. Necesitamos estar preparados para distraerlos con juguetes, YouTube o lo que sea, tenerles refacción y saber que vamos a necesitar mucha paciencia porque no están pidiendo acompañarnos y para ellos será muy aburrido.
En fin, hice mi primer mandado y todo iba bien hasta que nos fuimos del lugar. José Juan no se quería ir y empezó a llorar. Ahí empecé a poner a prueba mi paciencia. Fuimos al segundo lugar, que era el supermercado, y mi celular se quedó sin batería. José Juan se empezó a desesperar y yo también. Al llegar a la caja empecé a sacar todas las cosas de la carreta y cuando quise pagar me di cuenta de que no llevaba mi tarjeta. Con mucha pena le dije al joven que me dejara ir a ver si estaba en el carro, cargué a José Juan y salí rápido para el carro. Empecé a revisar y mientras tanto traté de que mi celular se cargara un poco. José Juan empezó a jugar con el botón de encendido y apagado del carro y en una de esas le quité fuerte su mano para que dejara de hacerlo y empezó a llorar. No encontré la tarjeta, estaba desesperada y me fui del lugar. Solo comencé a manejar y la voz del Espíritu Santo me dijo que no había sido la forma adecuada de apartar la manita de José Juan y que le pidiera perdón.
Me puse a llorar y pensé en cuántas veces no he pedido perdón rápido. Por enojo, por orgullo o por lo que sea. La Biblia nos enseña en Proverbios 28:13 (NTV) que los que encubren sus pecados no prosperarán, pero si los confiesan y los abandonan recibirán misericordia. Lo peor que puedes hacer en tus relaciones es no pedir perdón.
Cuando te equivoques, cuando hagas algo que no está bien, trata de calmarte, de alejarte y deja que el Espíritu Santo hable a tu corazón. Sé que con mucho amor te guiará a hacer lo correcto y lo siguiente que debes hacer es obedecerlo. No te tardes en pedir perdón. Si tienes a la persona cerca, háblale para reconocer tu error y pídele perdón. Si está lejos, llámala o escríbele, pero no dejes de hacerlo. Recuerda que no hay un momento ideal, sino que uno busca hacer el momento para tener esas conversaciones incómodas pero muy necesarias.
Por: Melissa de Luna