Un dato curioso: ¡amo la natación! Llevo varios meses corrigiendo mi técnica y poco a poco mejorándola, pero mi meta está lejos de ser completada pues a mi lado hay nadadores a los que muy bien les podrían estar creciendo escamas en sus extremidades; apenas si salen a respirar. Me pregunto si se dan cuenta de que después de unos minutos en la piscina inhalo como alguien que se está ahogando. Muchas veces procuro estar serena para que no sepan que me está costando hacer lo que para ellos es tan natural.
Y pensando en esto me doy cuenta de que soy muy similar en mi día a día, pues no me gusta que se note que no sé qué estoy haciendo o si no estoy dominando el arte de vivir tan bien como otros. ¿Te has comportado de esta manera? El verdadero riesgo es que podríamos estar causando más daño del que pensamos.
Primero porque si te estás ahogando necesitas salir a respirar sin importar que estés dando patadas de ahogado; y segundo, porque talvez haya alguien que está esperando a que mostremos señales de humanidad para saber que no están perdidos. Pablo le escribe a Timoteo y confiesa: “…que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna” (1 Timoteo 15 y 16; RVR1960).
Seamos los primeros en admitir nuestra completa dependencia de Jesús y Su gracia para que muchos más puedan sumarse al camino más glorioso que existe: este de ser perfeccionados todos los días hasta ver a la perfección misma en persona. No está mal no saber en qué dirección caminar, lo que está mal es no preguntar.
Por: Daniela Quintero de Ardón