Suena raro el título. No es normal e incluso puede ser un título que muchos rechacen a primera vista. Principalmente porque no son muchos los que están dispuestos a reconocer la necesidad de un título “negativo”.
Estamos en una época donde lo correcto es todo aquello que nos inyecta endorfinas. Con la intención de mantener el buen ánimo y espíritu podemos aparentar de forma superficial que todo está bien. Podemos evitar ver hacia dentro, pero la táctica de ignorar el elefante no lo hará más pequeño.
Talvez necesitamos de algo o alguien que nos guíe hacia dentro. No temerle a la oscuridad y regresar a esos pasillos oscuros en nuestro corazón que no deseamos visitar de nuevo. No significa ser masoquista. No significa tener una mente negativa que evoque recuerdos que son dolorosos. Quizá lo más importante por ahora sea solamente reconocer que hay algo atrás que todavía nos duele. Y reconocerlo es un paso brutal.
Un corazón dolido es delicado. Puede ser extremadamente dañino para las personas que lo rodean. Es algo muy caliente que en las manos incorrectas puede quemar.
Quizás a estas alturas ya te diste cuenta de que tu corazón dolido ha herido a otros corazones. Y te duele verlo, pero a la vez no lo puedes evitar porque después de todo el tuyo lo está también. Aun así, la culpa te inunda y eso te drena la poca felicidad que el corazón dolido te permite tener.
Quizá debas hablarlo con alguien. Y probablemente sea buena opción con aquel que más ha sufrido y sin embargo no le fue hallado pecado alguno: Jesús. No lo aplaces. Corre a contarle como corrías de pequeño cuando pedías ayuda a tus padres.
El corazón dolido es la especialidad del Espíritu Santo. Hoy mismo puedes orar pidiendo la sanidad de tu corazón.
Para tu corazón dolido hay gracia y amor sanador.
Por: Fernando Pappa