Lo que he aprendido de orar con la iglesia durante el último mes (parte I)
Hace unos días mi papá me escribió: “Hijo, necesito hablarte. ¿Podés pasar a la casa antes de llegar a la oficina?” Para ser honesto, no me alarmó. Él y mi mamá habían regresado de estar casi un mes fuera para conocer a su nieta: Stella, hija recién nacida de mi hermana Anita. Pensé que la conversación era para ponerme al día del viaje y hasta me emocioné porque existía la esperanza de recibir más de algún regalo de las Europas: alguna camisita o unos low dunks, o un oporto… Pero no: fue lo contrario: ¡me jaboneó! (jabonear es el término para describir que me regañaron de tal manera que salí limpio por la restregada).
Al final del texto comentaré la razón de mi jaboneada, pero el regaño no es la razón por la cual estoy escribiendo esto, sino porque me di cuenta de algo: a mi papá le costó iniciar la conversación. Unos buenos minutos pasaron entre “¿Ya viste cómo va el Barça?”, “¿Supiste que Novak Djokovic no pudo completar el Grand Slam?” “¡Gracias a Dios no ha llovido tanto en estos días!”, etcétera. Cada tema acompañado de una pausa incómoda para ambos. En esas pausas me di cuenta de que no estaba en esa sala para recibir ni siquiera un chocolate de aeropuerto, sino para recibir “limpieza”.
Durante el último mes he estado orando con la iglesia con diferentes grupos de personas y esta dinámica ha resaltado muchas cosas que quiero cambiar en mi forma de orar y en la cultura de oración de Casa de Dios. Somos buenos para conversaciones pequeñas, pero nos cuesta abordar LA conversación. Nuestro tiempo conversando con Dios se ve algo así: “Padre, gracias por mi familia”, “Te pido que me sanes del malestar…” “Provéeme” “Que el grupo pueda seguir creciendo”, etcétera.
No quiero ser malinterpretado: esas conversaciones no están mal y son necesarias; pero también pueden llegar a ser rutinarias y en la rutina podemos encontrar un velo que nos esté privando de tener LA conversación con Dios. A lo mejor esa conversación con mayúscula sea regresar a tener un corazón arrepentido, resaltar el orgullo para poder abandonarlo, abordar el tema de sanidad que ha estado enterrado durante años. ¿Cuál es LA conversación que tu Padre Celestial quiere tener contigo?
P.D.
Me regañaron por nombrar “S*xo, dr*gas & reggaet*n” a Hechos 29 este año. Pero ya le pude explicar por qué.
Por: Juan Diego Luna