Todavía recuerdo cuando sentía mucho temor por las noches. Cierto, tenía más de doce años, algo así, pero había pasado toda mi vida durmiendo en el mismo cuarto que mi hermano, hasta que pidió tener su espacio personal. Y para ser honesta, ¡creo que me aguantó durante mucho tiempo!
Quisiera recordar cómo empezaron estos miedos, pero realmente no lo sé; tal vez fue algo que vi o algo que me dijeron, solo sé que, conforme pasaba el tiempo, se iban intensificando. En las tardes, antes de que oscureciera, lloraba porque el sol se estaba ocultando y entraba la noche. No tengo palabras para describir cómo el miedo se apoderaba de mí. Mis papás, queriéndome ayudar con lo que podían, me compraron un perrito para que, de alguna forma, me sintiera segura. Había noches que funcionaba y otras que no mucho.
Finalmente, me pasaron a mi cuarto, pero le pedía a mi hermano que dejara abierta la puerta de su cuarto y la luz del corredor encendida. En la madrugada mi hermano se levantaba, apagaba la luz y cerraba la puerta de su cuarto. Yo sentía cuando lo hacía, entonces, me levantaba, iba a abrirle la puerta y a encender la luz.
Todas las noches, mi mamá llegaba a quedarse conmigo hasta que me dormía. Le agarraba muy fuerte del pijama para sentir cuando se iba, pero muchas veces el sueño me vencía. Al notar que no estaba, volvía a sentir mucho miedo y así, acurrucada, con las sábanas hasta la cabeza, me quedaba dormida otra vez.
Hasta que decidí enfrentar ese miedo a la oscuridad. A propósito, caminaba por los pasillos de mi casa sin encender la luz. Y me repetía: “No tengo miedo, no tengo miedo”, aunque mi corazón palpitaba fuertemente. Creo que repetirme eso, me ayudó. Sobre todo, tener la valentía de avanzar en medio los espacios donde mis ojos no veían nada. Y fue así como, poco a poco, dejé de sentir esos miedos, hasta que tranquilamente, pude quedarme dormida con la puerta cerrada y las luces apagadas.
El miedo es esa intensa emoción provocada por un peligro real o por una percepción nuestra. El miedo que yo sentía no era por algo real, sino por mi percepción de la oscuridad. Pero en un momento, mi voz, eso que me repetía una y otra vez, pudo más que la sensación desagradable que te provoca el miedo.
No se ha cuántos miedos te has enfrentado, y cuántos has superado. Hoy te quiero retar a que los enfrentes, a que no evadas. No esperes a que el miedo desaparezca para hacer algo, ya que, muchas veces, deberás hacer las cosas con todo y miedo. Estoy segura de que tienes la valentía para superar cualquier temor. No permitas que el miedo te consuma, ya que podría dejar de ver muchas metas cumplidas en tu vida.
Recuerda que los héroes de la fe, hasta los discípulos, tuvieron miedo, pero también tenían una convicción más fuerte que sus emociones. Aunque no sientas a Dios en todo momento, convéncete de que ¡Él está contigo!
Por: Melissa de Luna