Como seres humanos que viven en el siglo XXI, queremos que todo funcione al ritmo del horno microondas y solemos pensar que aquello que no viene rápido, no pasará. La naturaleza nos dice lo contrario, todos los grandes procesos toman tiempo, ni siquiera las estaciones cambian de un día a otro. Los bambúes modelan este ejemplo, casi no se ven durante sus primeros cinco años, en los cuales se dedican a construir grandes sistemas de raíces para luego crecer de forma rápida en lo que pareciera ser un solo golpe.
Actualmente estoy embarazada y es un proceso que toma tiempo, evidentemente interrumpir el tiempo sería matar el proceso y el resultado de este. Yo quiero que el hermoso ser que llevo dentro pase los nueve meses en mi vientre y se forme hasta estar listo para salir.
No existe el éxito de la noche a la mañana, solo es esfuerzo acumulado que construye un sistema de raíces lo suficientemente fuertes para luego salir a la superficie. El cambio puede tomar tiempo antes de ocurrir de una sola vez. Todas las grandes obras vienen de pequeños comienzos, pequeños cambios imperceptibles, pero que están sucediendo.
Ahora que lo vivo puedo ver como los más grandes sucesos de mi vida no pasaron de la noche a la mañana, fueron una serie de eventos que formaron el camino para ellos. La oración es un ejemplo claro de este principio para mí, en ocasiones la oración paraciera ser algo muy pequeño como para sentir que algo realmente está cambiando a causa de ella y nos rendimos antes de ver el resultado, pero cada oración es una semilla que dará fruto.
No siempre he tenido esta conciencia, de hecho es una lección recurrente pues es contraria a mi personalidad. Ha existido varios momentos en mi vida cuando me sentí estancada, sentía como si todos avanzaran a mi alrededor y yo solo los observaba. Ahora puedo ver que Dios trabajaba sigilosamente en sus más grandes obras. Y es que así es, Él muestra, no solo dice las cosas, aunque a veces pensemos que calla, Él está trabajando.
Así que no cedas o te rindas en el camino a las grandes obras, en tus pequeños esfuerzos por mejorar, en tus oraciones aparentemente invisibles, pues somos una obra en sí misma y trabajar nuestro corazón le tomará a Dios toda nuestra vida.
Por: Mónica Tello