Las respuestas negativas de Dios duelen, desaniman, decepcionan, pero también redireccionan, rompen tu ego y te transforman. Son lecciones encubiertas y propulsores de humildad; el antídoto perfecto para la arrogancia. Aunque no lo parezcan, también están llenos de Su amor hacia nosotros.
Cuando Dios se niega significa que debes desprenderte del plan que armaste en tu cabeza. Él te impulsa a confiar en que los puntos se unirán a Su tiempo. Ese “no” de Jesús no cambia por nuestro enojo. Tiene la capacidad de aumentar tu confianza en Él. Requieren confianza ciega en que hay un plan mayor que se está cumpliendo.
Ese “no” de Dios puede venir después de un buen tiempo de oración y una racha de esfuerzo. También puede ser irse de un trabajo o alejarse una persona. Debemos tener paciencia y fe en Su manera de obrar nuestro plan. En ocasiones, me ha hecho ver hacia adentro y descubrir que fue el mejor regalo que podía tener.
Si escribo esto no es para que pierdas la esperanza en que Dios responderá con un “sí” a tu oración. No hay nada más refrescante que vivir creyendo que Dios hará Sus milagros en nosotros. Estas letras son para aquellos que han recibido el “no” como respuesta y aún buscan una explicación. Es una invitación a buscar el propósito, el aprendizaje o el nuevo camino para confiar en que el amor de Dios persiste en Su soberanía. Él usará todo para tu bien.