Mi sobrino está descubriendo el idioma español. Palabras como coco (cocodrilo) y ñaña (araña) son la mayor parte de su léxico. En un video que mi cuñada compartió con la familia, este hermoso y pequeño ser humano tomó un trípode como si fuera un pedestal y comenzó a cantar “coco, ñaña”, una y otra vez. Soy una tía empalagosa, pero la anécdota me sirve para hablarles de algo que tengo en mi corazón.
Los líderes de alabanza no me dejarán mentir que te arriesgas cuando le pides a la iglesia que “levante una nueva canción”; esta es una expresión cristiana que quiere decir que se aproveche un instrumental para decirle a Dios lo que Él evoca en nosotros. Corremos el riesgo de que haya silencios sepulcrales. Puede ser que algunos tengan vergüenza de cantar en público y lo hagan en silencio, pero me atrevería a decir que hay otros que no tienen mayor cosa que decir.
En una oportunidad como estas escuché a un hombre sentado dos filas atrás de mí que no paraba de cantar atributos de Dios: cosas que no podría haber pensado palabras que solo había leído en la Biblia o situaciones tan particulares de su vida que fueron una revelación. Quedé asombrada de la hermosa canción que se estaba escribiendo, de la íntima relación que estaba atestiguando.
Si les pidiera que escribieran algo para adorar a Dios, ¿podrían? De antemano les digo que no estoy hablando que tengan que ser escritores o músicos, pero me pregunto si sabrían qué decir en esos versos. Y no los juzgo; es más: recién escribí algo que comenzaba diciendo: “No sé qué decirte hoy”. A veces pasa. Lo que quiero que entendamos es que para adorar debemos conocer a Dios y pasar tiempo con Él.
Para cantar una nueva canción debemos absorber quién es Él y conocerle en todas las áreas de nuestra vida. Debemos estar dispuestos a pedirle que abarque todo el espacio que quiera y callar para poderle escuchar. Es cierto que podemos cantar muchas canciones que hablen de Dios sin necesidad de saber quién es, pero no podemos adorar a alguien que nunca hemos experimentado en carne propia. Aunque sea un clamor en donde expreses que quieres conocerle, esa sería una mejor canción que las aprendidas. Ve y hazlo porque Dios se mueve en medio de la adoración.
“Ustedes, pueblo de Dios, ¡canten a Dios con alegría! En labios de gente sincera, suenan bien las alabanzas. ¡Alaben a Dios con himnos y con música de arpas! ¡Alábenlo con buena música! Cántenle canciones nunca antes escuchadas, y lancen gritos en su honor”, dice Salmos 133:1-3 (TLA)
Por: Daniela Quintero de Ardón