Leí un blog de unos psicoterapeutas que mencionaba un dato muy interesante acerca de cómo el vínculo que teníamos con nuestra madre era más fuerte durante nuestra infancia. Esto se debe a muchos factores, por ejemplo: el hecho de estar nueve meses en su vientre, ya que todo el cuerpo de ella cambia para satisfacer cada una de nuestras necesidades. Ella nos alimentó durante los primeros años de nuestra vida y nosotros aprendimos a reconocer eso, por eso a la primera que buscábamos cuando necesitábamos ayuda era a ella.
Conforme vamos creciendo, el proceso de separación e independización de nuestra madre es normal y saludable. Es sano y necesario que ocurra. Llegará el punto en donde nosotros decidiremos con quién pasar nuestro tiempo. Y aquí es donde tomaremos la decisión de mantener el vínculo y una relación sana con nuestra mamá aunque ya no necesitemos de ella tanto como antes. Esto es lo que marcará la diferencia en nuestra relación con ella.
Yo decidí empezar a crear un vínculo fuerte con mi mamá. Había días buenos y otros no tanto. Fui muy mala con esto muchas veces, pero Dios me mostró algo hermoso en valorar como a un gran tesoro el tiempo que compartía con ella.
En 2017 todo iba súper, pero en una semana mi vida cambió. Mi mamá, a sus 59 años, se desmayó un sábado en el baño de mi casa. Nos dijeron que tenía un aneurisma muy grande en su cabeza y había que operarla con urgencia porque si estallaba podía morir.
Nos empezamos a mover, a buscar opciones, hospitales, el dinero. Yo pasé tiempo con ella en el hospital acompañándola, pero tristemente el sábado 16 de septiembre el aneurisma estalló y ella falleció. En cuestión de una semana perdí a mi mamá. Un viernes en la noche yo estaba comiendo con ella sin saber que la siguiente semana ya no estaría conmigo.
La vida es pasajera y el futuro incierto. Lo único que nos queda es decidir: ¿qué puedo hacer hoy para mejorar el vínculo con las personas que amo? Debemos aprender a cuestionarnos si vale la pena tener peleas innecesarias. Elijamos madurar y escoger la felicidad por encima de la perfección.
Si me pongo más vulnerable con ustedes, he de decirles que hay muchas cosas que me marcan mucho ahora que no está mi mamá. Una de ellas es que un día, al escucharme hablando por teléfono, se dio cuenta de que yo quería hacer más ejercicio. Entonces, sin decirme nada, se fue a un Mall a comprarme un pants para apoyarme. Me lo dio con mucha ilusión. Sin embargo, recuerdo que vi el pants de una forma muy despectiva y le dije: “No me gusta ese pants, no está de moda”. Vi cómo cambió su expresión y me dijo: “Hoy estuve recorriendo el Mall, pero no sabía qué tiendas te gustaban y solo quería darte algo”. Y yo, con mi pésima actitud, le dije: “Me hubieras preguntado porque ese pants fijo no me lo voy a poner, si querés podés llevártelo”. Pero ella me dijo: “Probátelo y me decís”. Hasta que al fin le dije: “Déjalo allí, veré a quién se lo regalo”.
Cuando me iba a casar, mientras hacía mi maleta, estaba escogiendo la ropa que iba a regalar y me encontré con el pants. Empecé a llorar porque hubiese querido regresar el tiempo y agradecerle a mi mamá por darme un regalo, por gastar dinero y tiempo en mí, por querer agradarme. Quisiera decirle que fijo me lo iba a poner y que incluso podíamos salir juntas a hacer ejercicio.
Ahora ese pants está conmigo aún y lo uso para hacer ejercicio, pero me duele mi actitud del pasado, que quisiera cambiar, pero no puedo.
Por eso hoy te pregunto: ¿qué puedes hacer para mejorar la relación con tu mamá? Te animo a que, si aún tienes a tu mamá, puedas ir con ella y abrazarla, perdonarla, pedirle perdón; y puedas tomar la decisión de ser una mejor hija.