Estaba hablando con Dios hace unos años así: “Ya sé quién es el Padre, ya sé quién es Jesús, pero a ti [Espíritu Santo] no te conozco”. Fue entonces cuando apareció la imagen de un anillo de compromiso en mi mente.
“¿Qué? ¿Qué significa eso? “, dije. Traté de olvidarlo porque seguro era producto de algo muy loco pasando por mi mente o ese burrito que me comí en el almuerzo. Mientras tanto seguí con la conversación, pero esa insistente imagen seguía apareciendo. Entonces fue cuando se me ocurrió preguntar: “pero, ¿cómo así?”.
No les digo que escuché esto audiblemente, pero una simple analogía me hizo comprender mucho. El Espíritu Santo es como un anillo de compromiso que Jesús te coloca cuando llegas a Él. Es como una marca para que todo el mundo sepa que estás en una relación de por vida; que has sido apartada y escogida.
Así como una prometida, entras a un proceso de entrenamiento (créanme, yo estoy pasando por todo esto)x. Te preparas física, mental y espiritualmente todo el tiempo del compromiso. Algunas deciden dejar de comer sus chocolatitos vespertinos, otras pasan sus días organizando los centros de mesa que al final nadie ve tan detenidamente y hay quienes sienten la necesidad de leer cuanto libro sea posible sobre el matrimonio. Todas las novias somos diferentes, pero algo es cierto para nosotras y es que nos preparamos para una nueva etapa dejando de hacer unas cosas y comenzando a hacer otras.
Así funciona esto. El Espíritu (ese anillo que llevas puesto en el corazón), es el recordatorio que cada día te toca entrenar, preparar tu corazón y buscar a Dios más para convertirte en lo que necesitas ser hasta el día en el que lo veas cara a cara.
¿Te suena cursi? Es que soy muy cursi, pero creo que hasta el corazón más tosco puede entender lo que quiero decir. El Espíritu Santo es como la marca que debemos mostrarle al mundo en todo lo que hagamos. En el colegio, trabajo, reuniones familiares, y demás. Solo así, finalmente, seremos las “señoras del anillo”.
“En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!” – Gálatas 5:22-23