Llevo más de 25 años sirviendo a Dios. Empecé muy chiquita y he pasado por muchas etapas: adolescencia, juventud, matrimonio, y en todas siempre he estado sirviendo en alguna área. Y si volviera a nacer, lo volvería a hacer sin pensarlo. Para mí, servirle a Dios es una forma de mostrarle agradecimiento por todo lo que ha hecho en mi vida. Aunque claro, no siempre ha sido fácil, no todo es color de rosa. Por eso quiero compartir tres decisiones que tomé para seguir sirviendo a Dios.
Servir a Dios toda la vida
Mi mayor ejemplo de servicio es Jesús, y lo vemos en la última cena con sus discípulos. Ese día, Jesús les lavó los pies y ese gesto fue el mayor acto de humildad y servicio. Era algo impensable, ya que Él es el hijo de Dios. En ese tiempo, la gente caminaba mucho con sandalias, por caminos de tierra, así que sus pies siempre estaban sucios. En algunas casas, había personas encargadas de lavar los pies antes de entrar, o al menos les daban recipientes con agua para hacerlo. Era una tarea reservada para sirvientes.
En Juan 13:1 (NTV) dice: Antes de la celebración de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su momento para dejar este mundo y regresar a su Padre. Había amado a sus discípulos durante el ministerio que realizó en la tierra y ahora los amó hasta el final.
Jesús sabía que Su hora había llegado. Sabía que esa sería Su última cena, Su última noche con Sus discípulos, porque después de eso sería traicionado, arrestado y crucificado. Y me pregunto: ¿qué haríamos nosotros si supiéramos que es nuestro último día de vida? ¿Nos pondríamos a servir o querríamos simplemente disfrutar?
Servir a pesar de los días más difíciles
Es normal que a veces tengamos días difíciles. Momentos donde no tenemos ánimo de servir. Cuando el estrés del trabajo nos abruma, cuando recibimos noticias duras sobre nuestra familia o salud. Jesús nos mostró que el servicio no depende de cómo nos sentimos o de lo que estamos viviendo. Y aunque Él era el Hijo de Dios, también fue humano, y aun así, eligió servir.
Isaías 40:31 dice: “Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.
Descansar, pedir al Señor nuevas fuerzas y continuar sirviendo
Eso no quiere decir que nunca nos vamos a cansar, sino que, en medio del cansancio, Dios nos va a renovar. Que su gracia está disponible para fortalecernos cuando ya no podemos más. 2 Corintios 12:9 dice: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”.
Así que si te sientes débil o cansado, ora y pídele al Señor nuevas fuerzas. Si necesitas descansar, hazlo, toma un tiempo para renovar tus fuerzas delante del Señor, encuéntrate con Él; descansar está bien. No está mal reconocer nuestras debilidades. Pero no nos quedemos ahí. Vayamos a la fuente que es Jesús. El Padre enviará al Espíritu Santo que nos dará fuerzas, nos dará ánimo y nos recordará que vale la pena seguir sirviendo, incluso en tiempos difíciles.