Estábamos viendo TikTok con Che, mi esposo, y nos salió un video de alguien que se cuestionaba cosas que usamos todos los días, pero en realidad no sabemos cómo funcionan. Cosas como el Internet, el Bluetooth, el GPS, la electricidad. Simplemente asumimos que ahí están, pero no nos preguntamos cómo. Y me puse a pensar, si eso fue hecho por el hombre, ¿qué pasa con todo lo que solo Dios pudo haber creado?
David, en el Salmo 104, expone todo lo que Dios ha hecho (te invito a leerlo). Habla de la inmensidad del mar, que aunque es enorme, podemos disfrutar de sus olas, vivir en la playa y confiar en que no nos inundará. También cómo la lluvia riega la tierra, haciendo crecer el pasto para que los animales tengan qué comer y nosotros podamos sembrar alimento, producir aceite, vino, ¡sí, el vino! Podría seguir mencionando cosas, pero no terminaríamos.
¡Cuánta inmensidad de Dios al tener cuidado cada pequeño detalle! En el versículo 24 dice que lo hizo con sabiduría. Si así planeó la tierra, con cuánto amor y sabiduría nos creó a nosotros. Dios hizo todo con sumo cuidado, y de igual manera tiene mucho cuidado de nosotros. Pero muchas veces se nos olvida. Como lo vemos natural, ni siquiera lo notamos o lo tenemos presente.
Si miramos a un pajarito, a veces ni pensamos si ya comió hoy. Cuando caminamos, nuestro cerebro está trabajando, pero nosotros no estamos conscientes de mover una pierna, luego el pie, ahora la otra pierna, ¡claro que no, el movimiento sale natural! ¿Pero qué pasa cuando nos lastimamos? Ahí sí notamos cada movimiento. Así nos pasa en la vida, nos enfocamos más en lo que nos duele, en lo negativo, en lo que nos falta, que en lo que Dios ha hecho en nuestra vida, en la creación. Y eso sí nos quita el sueño, el hambre y hasta nos enferma física y mentalmente.
David escribió los Salmos y, si alguien pasó por momentos duros, fue él. Desde joven, sus hermanos lo menospreciaban por ser pastor de ovejas; después el rey Saúl lo persiguió por casi 10 años para matarlo. Cuando Saúl murió y David fue rey, tuvo conflictos con otros reinos, pecó, sufrió problemas con sus hijos y muchas cosas más. Pero a pesar de todo, decidió enfocarse en la grandeza de Dios, cómo es Él el sustentador del universo y de su vida.
David termina el capítulo diciendo en los versículos 33 al 35: “A Jehová cantaré en mi vida; A mi Dios cantaré salmos mientras viva”. “Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en Jehová”. Y por último: “Bendice, alma mía, a Jehová”.
Eso me hace pensar: ¿estamos dándole la gloria a Dios en todo momento o solo nos quejamos de lo que nos pasa? Hoy te quiero animar a que bendigas a Dios en todo lo que hagas. Alábalo, no solo con canciones, sino con tus pensamientos, meditaciones, oraciones. Agradécele constantemente por todo lo que ha hecho en nuestra vida. Que en todo momento le demos todo el mérito que Él merece porque Dios es digno de toda gloria y honra.