Hace unos meses miramos una miniserie con mi esposa, ya se podrán haber dado cuenta que nos encanta ver series y películas. La serie se llama Baby Reindeer, escrita, dirigida e interpretada por Richard Gadd. La secuencia te atrapa desde los primeros minutos, es de esas que no se pueden ver poco a poco sino que se tienen que maratonear a pura fuerza.
En este momento advierto que viene Spoilers, si no la han visto, hagan una pausa de tres horas antes de seguir leyendo y vayan a verla (se encuentra en Netflix). La miniserie, al principio gira entorno al acoso que recibe el personaje principal, pero luego da un giro muy interesante y aborda lo que provocó que él se viera involucrado en una situación como la que estaba viviendo.
En definitiva, no voy a contar todo lo que sucede en la serie, pero si pasó algo muy interesante cuando terminamos de ver uno de los capítulos en donde cuentan la historia del abuso sexual que sufrió. La forma de contarlo, aunque no fue explícita y cruda, fue muy detallada en cuanto a las emociones que se experimentan al vivir una situación similar.
Terminó el capítulo, apagué la luz del cuarto, me acosté, guardé silencio durante unos segundos y me puse a llorar, desconsolado. Mi esposa me abrazó, me preguntó qué tenía y con dificultad articulé algunas palabras diciendo: “no sé”. Realmente esa frase contenía mil emociones que no podía verbalizar con claridad. Luego, hablamos durante una hora con mi esposa y me tranquilicé hasta conciliar el sueño.
Semanas después, tratando de entender lo que pasó esa noche me di cuenta, que en alguna parte de mi alma, aún seguía doliendo haber vivido un abuso sexual en mi niñez. Desde ese día, tengo muy claro que debo buscar ayuda para entender y si es necesario, sanar totalmente lo que brotó ese día de alguno de los rincones más recónditos de mi alma.
Hace uno días me raspé jugando pickleball y por ratos se me olvida el golpe hasta que algo roza mi codo. Muchas veces así pasa con las heridas, no las superamos, solo aprendemos a vivir con ellas. Y estoy plenamente convencido de que el plan de Dios no es aprender a vivir con el dolor, sino superarlo completamente y ser restaurado.
Quizá crees que ya superaste una etapa dolorosa de tu vida y viene algo que te recuerda esa etapa y sientes que te vuelve a doler, déjame decirte que es normal sentirse así, es parte del proceso de sanidad. No ignores las heridas que has vivido, ponles atención y deja que el Espíritu Santo las sane. Solo ten paciencia, a veces el recorrido es largo, pero llegará el día en donde ya no dolerá y estarás completamente sano. Dios es capaz de sanar todas las heridas, tanto las que podemos ver con facilidad, como las que a veces permanecen ocultas por mucho tiempo.
“El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; él rescata a los de espíritu destrozado”. Salmos 34:18 (NTV)
Sí el día de hoy te sientes con el corazón hecho pedazos y con el alma rota, déjame darte una buena noticia. Dios está más cerca de ti de lo que crees o sientes, Él con Su eterno amor sabrá qué hacer para sanarte hasta ser restaurado, confía en Él.
Por: Diego Herrera