Hace unas semanas vi una película que se llama Perfect days del director Wim Wenders. Básicamente, la película cuenta la historia de un señor que trabaja limpiando baños en Tokio. Conforme va pasando la película, uno espera que se desarrolle algún drama, problema o situación que genere cierta tensión, pero simplemente no sucede nada así. El protagonista de la película simplemente vive su día a día, disfrutando al máximo cada detalle: su música, libros, plantas y rutinas. La película de forma muy intencional intenta transmitirnos la belleza que hay en lo cotidiano.
Muchas veces vivimos persiguiendo grandes acontecimientos: un viaje, una boda, una graduación, un ascenso, una gran venta. Y corremos todos los días esperando que ese gran evento suceda y no nos damos cuenta de que la vida pasa frente a nuestros ojos y no la estamos disfrutando plenamente.
Todo este tema me hace pensar mucho en Abraham, Dios le hizo una gran promesa acerca de bendición, multiplicación, descendencia y una tierra prometida. Abraham siguió cada instrucción del Señor, sobrepasó cada prueba de fe y, sin embargo, no logró ver el cumplimiento de la promesa (Hebreos 11:8-16). Fácilmente uno podría sacar la conclusión de que si Abraham no vio la promesa, seguramente vivió frustrado, pero de ninguna manera fue así.
Abraham logró vivir una vida plena y seguramente fue porque no solo se enfocó en la promesa que Dios le había hecho, sino en la compañía que Él le mostró durante toda su vida. Por supuesto que nos alegran los grandes acontecimientos, pero la vida está en el hoy, en el presente, en el camino hacia aquel lugar que tanto anhelamos.
Abraham disfrutó el día que salió de su casa y se fue a una tierra que no conocía, porque ese día aprendió a vivir por fe. Seguro también atesoró en su corazón los múltiples encuentros que tuvo con Dios. Además de la satisfacción que pudo llegar a experimentar al aventurarse en creer junto a su esposa por el milagro de tener una familia.
Los días perfectos no están en la cima de la montaña, normalmente se encuentran en cada paso que damos caminando hacia ella, incluso si no llegamos a la cumbre. Porque si en el trayecto hacia un lugar, Dios nos acompaña, ¿qué más podemos pedir? ¿No es más importante Su compañía que cualquier promesa o logro que pudiéramos obtener? Abraham nos enseña que hay que creerle a Dios hasta el último día de nuestra vida, pero también nos muestra que lo más importante es disfrutarnos Su compañía.
Quizás últimamente no has tenido grandes logros y piensas que estás viviendo una mala temporada, pero detente un momento. Voltea a ver cada detalle de la vida a tu alrededor ¿No son estos pequeños detalles una muestra clara de que Dios va contigo?
La belleza de la vida está en lo cotidiano, en el abrazo a la persona que amamos, en la sonrisa de tus amigos, en el sol escondiéndose entre las montañas, en las estrellas brillando en la oscuridad, en la comida que compartes con alegría, en escuchar esa canción que tanto te gusta, en voltear a ver y saber que Dios está contigo. Disfruta plenamente lo que hoy estás viviendo, porque, aunque no te hayas dado cuenta: hoy es un día perfecto.
Por: Diego Herrera