Me enganché con un libro que ya había leído antes (varias veces) y que no me gustaba porque me parecía muy depresivo: Eclesiastés. Sin embargo, en esta ocasión tomé la decisión de leerlo en mi mejor hora del día: la madrugada. Sí, es en serio, la madrugada es mi momento favorito del día y todos tenemos un par de horas así. Quizá a ti te guste más el atardecer o ese rato en que ya todos están durmiendo en tu casa y por fin sientes un poco de tranquilidad a tu alrededor. Sea cual sea tu momento del día, lo disfrutas, porque tu batería interna está en su máximo esplendor y tienes el mejor ánimo.
A veces disfrutamos de algo, solo porque nuestras circunstancias son buenas. En ocasiones, disfrutamos porque nuestro corazón está en paz, aunque tal vez, todo a nuestro alrededor esté conmocionado. Incluso, puede pasar que no disfrutemos algo que normalmente habríamos disfrutado, porque algo en nuestro entorno sufrió un cambio.
El disfrute y el poder disfrutar es un regalo de Dios que nos permite apreciar la vida con ojos de asombro y agradecimiento. De hecho, este es el tema de un versículo en el libro que te cuento que estoy disfrutando. En Eclesiastés 6:2 dice (palabras más, palabras menos) que hay personas a las que Dios les da la capacidad de hacer riquezas, pero no les da la capacidad de disfrutarlas. Es decir, las riquezas son un regalo del Padre Celestial y también el poder de disfrutarlas. ¡Esos dos regalos no siempre vienen en combo!
Ahora, quiero que hagas un repaso mental de tu vida. ¿Qué hay de bueno? ¿Qué hay de malo? ¿Qué te falta, qué te sobra? Activa el “modo Eclesiastés” y pregúntate: ¿qué tanto estoy disfrutando lo que Dios me ha dado, sea mucho o sea poco? Quizá tienes muchas bendiciones en tu vida, pero al verlas no sientes gozo o no vives la sensación de agradecimiento que sí miras en otras personas. Te doy un consejo: pide un deseo. ¡Pídele a Dios que te regale la capacidad de disfrutar lo que tienes!
Sea lo que sea que tengas, si no lo estás disfrutando, suplica al Espíritu Santo que te conceda un regalo. Pide un deseo hoy mismo, aunque no sea tu cumpleaños, ni sea tu aniversario, aunque no haya una razón “válida” para pedir algo. Pide un deseo, pero hazlo al único que te puede conceder los regalos más profundos que han existido. Pídele algo a Dios, que sólo Él puede darte. También pídele a Dios la capacidad de disfrutar lo que tienes porque solo así podrás disfrutar todo lo que tendrás.
Por: Sergio Estrada (Peregrino)