Querida iglesia,
Hace unos meses tuvimos el evento “Ensancha Pentecostés”. ¡Increíble! ¡El mejor por muchas razones! ¡Impresionante! Estoy con mi corazón lleno de alegría y gozo por lo que vivimos y lo que estamos a punto de vivir. Fuimos llenos de la unción del Espíritu Santo para realizar el mayor mover evangelístico.
Disfruto mucho la presencia del Espíritu Santo, su palabra, y la forma en la que decide manifestarse en el cuerpo de cada uno. Los discípulos estaban unánimes juntos hace más de dos mil años en pentecostés. Durante esas noches nosotros también estuvimos unánimes juntos adorando de forma espontánea a una sola voz, como si hubiera sido algo coordinado y practicado.
En aquel pentecostés bíblico eran llamas de fuego encima de las cabezas y se oían lenguas extranjeras, en este pentecostés hubo gente embriagada bajo el poder del Espíritu Santo y profetas traduciendo lenguas espirituales para dar a conocer la palabra de Dios para nuestra gente. ¡Glorioso, poderoso y como a algunas personas les gusta llamarlo, sobrenatural!
Pero quiero tomarme el tiempo para escribirle a aquellos que talvez no sintieron algo sobrenatural en su cuerpo o el profeta no paró frente a ellos para darles una palabra directa. ¿Cómo deberíamos interpretar el mover del Espíritu Santo en nosotros? Permítanme resumirlo con tres acciones que son propias del Espíritu Santo: crea, empodera y recrea.
Pentecostés era una celebración judía para agradecer la Ley que les fue dada, cincuenta días después de la Pascua. Para esta celebración aquellos que tenían linaje judío, pero vivían en diferentes regiones, debido a la dispersión que sucedió por las conquistas de Babilonia, Asiria, Grecia y luego Roma, tomaban el tiempo de regresar a Israel para agradecerle a Dios por las leyes. Esas leyes que los diferenciaban de todas las demás culturas, sobre todo, por el primer mandamiento: un solo Dios.
No deseo extenderme en estos detalles, pero sí deseo resaltar algo que me parece majestuoso. e incluso, con un toque de humor de parte de los cielos, pues en el día que se celebraba la Ley judía, Dios decidió manifestar Su Espíritu Santo. Como creo que lo diría el apóstol Pablo; el día que celebraban el pacto que llevaba a muerte, Dios Padre decidió dar a conocer el poder del pacto que nos da vida. Esa es la primera acción del Espíritu Santo: crear, dar vida.
Fue el Espíritu Santo quién se movía antes de que Dios mismo diera vida a la tierra, a las aguas, los cielos y el ser humano. Es el Espíritu Santo quién reposó sobre la virgen María para la concepción de nuestro Señor, es por medio del Espíritu Santo que somos rescatados de la maldición de la Ley y adoptados como hijos de Dios.
Iglesia, puede ser que algunos no se hayan caído al suelo durante estas noches, pero si dentro de alguien nació algo nuevo, como una pasión por las almas, nació la esperanza de restaurar su matrimonio, si alguien estaba pasando por infertilidad y decidió creerle a Dios que dará vida. ¡Créanme, ya están llenos del poder del Espíritu Santo!
La segunda actividad del Espíritu Santo que me resalta en las escrituras es la de empoderar. El Espíritu Santo empodera, da capacidades que no pudieron haber provenido del hombre para una tarea específica. Honestamente, es el filtro que más ha ayudado a mi corazón. La unción se derrama para realizar una tarea. El primer hombre que las escrituras mencionan, quién fue lleno del Espíritu de Dios fue José, quien recibió capacidades no humanas para interpretar sueños y luego gobernar en Egipto. El segundo hombre lleno del Espíritu de Dios fue Bezaleel, recibió capacidades artísticas para trabajar diseños en los detalles del arca del pacto. La Biblia no menciona que sus huesos fueron abatidos antes de recibir estas capacidades, a lo mejor sí, en lo que es sumamente clara la Escritura, es en la tarea específica a realizar por cada persona. Personajes como Saúl, David y Sansón, fueron ungidos para una tarea específica. Incluso, el rollo de Isaías que fuera leído por Jesús cuando dijo: “El Espíritu del Señor esta sobre mí, por cuanto me ha ungido para…” La unción siempre está ligada a una acción. Por eso creo profundamente que nuestro mayor mover de evangelismo está por delante. La unción está sobre nosotros para predicar las buenas nuevas.
Hace unos meses, en las noches de unción, mi cuñado Gerson recibió la capacidad de traducir las lenguas que pronunció el profeta Hernán, directo al idioma portugués. Seguramente, ese no sea el caso de la mayoría de nosotros, pero si alguno ha recibido capacidades para gobernar o administrar como José, para hacer arte cómo escultura, música o escritura, como Bezaleel. ¡Créanme, están llenos del poder del Espíritu Santo!
Por último, la acción del Espíritu Santo que considero más poderosa es la acción de recrear. Uno de los sucesos más importantes para nuestra fe es la resurrección de Cristo Jesús. Como cristianos esperamos la segunda venida de Jesús, el momento donde los muertos resucitarán y la tierra será recreada. Es decir, tendremos un cuerpo nuevo; uno recreado, tendremos una tierra nueva; una tierra recreada. Ese día Jesús, nuestro Mesías, gobernará sobre todo y todos, Su reino completo estará aquí en la tierra. Mientras llega ese día Dios nos da la oportunidad de traer poco a poco su reino.
Para explicar a detalle este concepto necesitaría de un libro entero, no una carta con algunos párrafos, pero intentaré hacerlo simple y sencillo: nuestra espera a que todo sea recreado es una espera activa, rehaciendo, poco a poco, todo aquello que necesita ser recreado, por eso nos bautizamos en agua y en ese acto somos parte del poder de resurrección en Cristo Jesús. Recordemos que el Espíritu Santo descendió como paloma cuando Jesús fue bautizado en agua.
Hubo un hombre ungido, adelantado a su tiempo, que pudo vivir el poder de recrear del Espíritu Santo. El rey David le pide al Señor en el salmo 51 que renueve su espíritu. El rey David se arrepintió de su falta, y reconoció que su espíritu, que se había endurecido, no tenía más remedio que ser recreado. Lo más hermoso y poderoso que puede hacer el Espíritu Santo en nosotros es llamarnos a ser recreados; llamarnos al arrepentimiento. Talvez aquellas noches del evento “Ensancha Pentecostés”, alguno de nosotros no cayó al suelo bajo el poder del Espíritu Santo, pero a lo mejor algunos corazones si cayeron en humildad llevándolos al arrepentimiento de pecados. ¡Créanme, están llenos del poder del Espíritu Santo!
Somos llamados al arrepentimiento no por la Ley, sino por relación. Gracia no es una licencia para pecar, es una licencia para tener comunión con nuestro Padre Celestial. El Espíritu Santo se derramó en pentecostés, hace miles de años y hace poco tiempo en cada uno de nosotros. El Espíritu Santo está con nosotros para darnos vida, está sobre nosotros para empoderarnos y está en nosotros para que seamos renovados.
Por: Juan Diego Luna