Querida Iglesia:
He postergado esta carta por mucho tiempo y al fin tuve la valentía para escribirla. Amada Iglesia, ¿nos dividiremos por preferencias políticas? De ninguna manera. No sé en qué momento podrían estar leyendo esta carta, pero les daré un poco de contexto: en mi país Guatemala estamos viviendo las semanas intermedias entre la primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2023 y nunca antes había visto tanta histeria de parte de algunos guatemaltecos por atacar al partido contrario y/o defender al partido de preferencia. Como contexto de iglesia local estamos viviendo cinco semanas donde nos hemos dedicado a orar por cinco personas que deseamos que conozcan a Jesús como Señor y Salvador.
Lo considero un contraste profético para nuestro corazón estos días: ¿a qué le dedicaremos nuestras fuerzas? ¿A dar a conocer el nombre de nuestro Salvador o a dar a conocer el partido político de “nuestra salvación”?
Firmemente creo que una no niega a la otra; es decir, no tengo problema con abrazar ambas responsabilidades, ni tampoco con darle mi fuerza a ambas; puedo tener mi responsabilidad con el acontecer político de mi país como también mantengo mi responsabilidad con el reino de los cielos. Dicho de otra manera: al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Sin embargo, sí tengo problema con la prioridad que le damos en nuestro corazón y nuestra mente a cada una de estas partes. ¿Quién es primero? ¿Dios o el César? Poner a Dios primero no descarta al César de nuestras responsabilidades; pero al poner al César de primero, tarde o temprano, terminamos descartando a Dios.
Dios es mi proveedor, no el Estado. Jesús es mi Mesías, no algún candidato presidencial. La Iglesia es mi comunidad, no un partido político. La Biblia es mi verdad, no una constitución. Y mientras tenga claro eso en mi corazón mi trabajo será traer el reino de los cielos a la Tierra, y esperanzarme en que llegará el día en que toda la nación, todo partido político y todos los candidatos reflejen más el reino de Dios incorruptible y menos el reino corruptible de la naturaleza humana en decadencia.
Si se trata de hacer política mi deber es influir las verdades de Jesús. Si se trata de gobernar mi deber es dejarme influir por las verdades de Jesús.
En este proceso que estamos viviendo redundo en mi opinión respecto a que se trata de un contraste profético para nuestros corazones. Recibí un texto de uno de los líderes, diciéndome: “Pastor, ¿está bien que cambie una de las cinco personas que tengo en mi listado de oración? Porque tuvimos una discusión sobre por cuál partido político votar en la segunda vuelta electoral y terminó bloqueándome en chats y llamadas”. Esto provocó tristeza a mi alma. ¿Perder mi oportunidad de presentar a Jesús por aprovechar mi oportunidad de presentar mi postura política? Eso no es tolerable.
Entonces, escribo mi postura personal: ¿Voy a defender la corrupción? ¡Por supuesto que no! Porque de esta forma estaría negando totalmente los principios bíblicos: la historia de la humanidad recuperada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento nos enseña que la corrosión del corazón pierde a las personas en su avaricia y egoísmo, separándolas de Dios. Aun corruptos de pensamientos y acciones seguimos necesitando de Cristo.
¿Voy a defender una ideología progresista? Por supuesto que no porque niega a Jesús como la verdad y autoridad, atribuyéndole exclusivamente al individuo su propia verdad y autoridad.
No obstante, aun cegados en nuestras propias opiniones, seguimos y siempre seguiremos necesitando de Cristo y mi prioridad personal es defender Su mensaje.
En mi último viaje tuve la oportunidad de escuchar una conversación entre Rick Warren y mi papá, Cash Luna. El autor del libro Una vida con propósito le dijo a mi papá: “Cash, solo dos hombres hemos orado por presidentes de diferentes partidos políticos en Estados Unidos, y yo soy uno de ellos: oré por George W. Bush y también lo hice por Barack Obama”. En la conversación agrega el detalle de que la razón por la cual eso fue posible fue porque él, como pastor de Saddleback, no ha permitido que su iglesia se divida por preferencias entre partidos: “No nos dividimos por cosas secundarias, nos unimos por las cosas prioritarias: predicar de Jesús y amar al prójimo”. Mi papá le respondió: “Y eso que en tu país solo hay dos partidos políticos predominantes; imagínate en el nuestro, donde hay más de treinta”. Rick Warren, sorprendido por la cantidad de partidos políticos en Guatemala, agregó con una risa quebrada: “Ahora eso sí podría causar división”.
Por: Juan Diego Luna