2012: comencé a ser piloto de avión —mi sueño más grande—. Aún estaba en la escuela de aviación y la ruta que normalmente tomábamos con el instructor de vuelo era hacia la playa porque el terreno es plano y la atmósfera favorecedora.
Recuerdo el primer despegue en donde yo era el piloto a cargo oficialmente. Estaba con los nervios de punta y las manos sudorosas; pero, según yo, todo estaba bajo control. Después de haber despegado hicimos una checklist para revisar que todo fuera en orden durante el vuelo:
-Combustible
-Luces de vuelo
-Torre de control
-Alerones
-Cinturón de seguridad.
Para mi sorpresa, el cinturón de seguridad estaba colgando afuera de la avioneta, por lo que no me lo podía poner. Con mucho temor le expliqué al instructor lo sucedido. Él de la manera más normal me da la instrucción que reduzca la velocidad a 40 nudos (muy despacio), que abra la puerta y que jale el cinturón. El instructor tuvo que tomar el control de mi primer despegue y hacerse cargo de la situación. Nunca olvidaré como se ve el terreno desde 1200 pies de altura.
Muchas veces nos confiamos y creemos que las cosas más básicas y elementales son las que no olvidaremos, como en mi caso. Sin embargo, olvidamos orar por las mañanas, despedirnos al salir o agradecer por los alimentos. Es importante que siempre podamos vivir de una manera consciente y saber que los pequeños detalles sumados dan un resultado grande.
Mateo 13:31-32
… El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo, el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Por: Andy Burgos